Llevamos unos años bastante enfrascados en navegar entre el oleaje de innovaciones que han desembocado en una disrupción (suena como una navajazo en la cara).
Suelo leer todo lo que cae en mi mano (el iPhone cuenta) acerca de la cultura en las organizaciones y la verdad es que percibo un tufillo algo preocupante. El I Estudio sobre el Estado de la Transformación Digital en España llevado a cabo con la inestimable colaboración de la London School of Economics Enterprise concluye una serie de aspectos determinantes en el impulso de la eficiencia en las empresas, entre los cuales no se encuentran las personas, ni las políticas de Recursos Humanos; y lo que es peor, esta tendencia es cada vez más acusada.
En otra entrada en este blog traté un concepto como el «holocausgital» en el que las personas tratan de cobijarse tras el manual de los procesos para tranquilizar sus almas y no prestan atención a la lógica de los procesos y a sus consecuencias. No es nueva la tendencia de gobernar las empresas a través de hojas de cálculos y de un análisis extremo de cualquier dato que circunda o afecta a la empresa.
Las organizaciones son gobernadas a base de ratios y el de eficiencia es el rey entre todos ellos. El resultado de este ratio es el de dividir los ingresos generados entre los costes empleados y por tanto las empresas se esforzarán de manera perversa en aumentar el denominador (ingresos) y reducir al máximo un numerador (costes) en el que se incluyen los costes laborales.
De esta manera se consigue que una de las variables de la ecuación tienda al infinito (ingresos) y la otra (costes) tienda a cero. Lo más llamativo es la educada respuesta de la masa, entretenida entre tanta tecnología sin capacidad de vislumbrar el horizonte.
Esta es la revolución pendiente, la de las personas. Llegará en el momento menos esperado y sin avisar. Más bien se presentará como se ha presentado la disrupción entre la que cabalgamos actualmente. De momento, ya hay quien avisa de los peligros de las ciudades demasiado inteligentes. Espacios conformados solo en busca de la eficiencia económica. Antonio Gonzalez Rubí es un experto en comunicación política y defensor de las ciudades amigables y humanizadoras.
En un entorno tecnológico como en el que navegamos, la materia prima más valorada es la información y el análisis vertiginoso de grandes volúmenes de información son puestos a disposición de las organizaciones para aumentar su eficiencia. Esta gestión intensa de la información y la gran revolución incipiente de IoT hará que la sociedad cambie por completo.
Por eso se hace tan necesario que vuelvan los sabios que despierten a la bestia y convenzan a la sociedad de que miremos hacia nuestro interior para darnos cuenta de que debemos trabajar para las personas y dejar de «cosificar» a las organizaciones a quienes estamos tratando como un simple software al que rendimos pleitesía.
Pues sepan los tecnólogos que existe una fuerza mucho más poderosa que cualquier otra y que hasta el momento no ha sido empleada por las organizaciones contemporáneas. Célebres científicos de la humanidad ya advirtieron de su poder. Es la única fuerza capaz de convertir una sociedad en algo bastante más amable y de poner al fin a todas las organizaciones a los pies de las personas y no al revés. En esta deliciosa carta, Einstein revela el nombre a su hija.
Los hay que trabajan con ella en soledad y son capaces de las mejores obras de arte. Solo los que la emplean con destreza tienen a su alcance la posibilidad de disfrutar con su trabajo y de contagiar a todo el que le rodea.
Hoy, durante uno de mis paseos, he conseguido captar una imagen del taller de alguien que sin duda disfruta de una inmensa paz durante su larga jornada de trabajo. No he podido resistirme a husmear tras la ventana y sentir una atmósfera cargada de misterio y magia.
Ójala que esta foto os provoque una mínima parte de lo que he sentido yo tras una fría ventana suspendida en la soledad de la noche. Tras ella, una crisálida busca cobrar la vida anónima.
Gracias por estar.