Me gusta contemplar las obras del ser humano, al tiempo que me agobia un poco lo efímeras que pueden llegar a ser y lo que hay que trabajar periódicamente en su mantenimiento, si queremos evitar que la naturaleza lo engulla. El hierro se oxida, la madera se pudre, las aceras de las urbanizaciones se agrietan y de ellas crece a maleza. Nos pongamos como nos pongamos, la naturaleza termina conquistándolo todo irremediablemente y al fin y a la postre, es lo que permanece.
Y es que estamos gobernados por las leyes universales que todo lo moldean. Todo lo que nos rodea está condicionado por la influencia de estos códigos ocultos. Las mareas, los ciclos de la luna, las formas geométricas de la naturaleza, etc, son muestras de que nada es fortuito y que todo obedece a cierto orden establecido que condiciona, no solo las formas físicas, sino que pudiéramos pensar que también condiciona nuestro entendimiento.
Haciendo un paralelismo con esta reflexión, intuí cierta relación con algo que escuché en
la radio hace unos días y que me sorprendió. La historia del primer «cyborg». Cyborg es una abreviatura de cibernético (en inglés) y organismo. Neil Harbisson es alguien que nació sin posibilidad de diferenciar los colores. Solo veía en blanco y negro, a través de la gama de grises, así que optó por implantarse una antena en el cerebro a través de la cual Neil puede oír los colores. Contaba Neil en la radio que tuvo que convivir con un sinfín de sonidos que tardó en interpretar. Al principio todo era confusión dado que tardó en establecer automatismos que le permitiera percibir los colores sin tener que permanecer atento. Es decir, se le hizo largo y duro llegar a esa fase de «inconscientemente competente».
Sin embargo, todo cambió tras años utilizando la antena con cierta torpeza. Una noche, mientras dormía, tuvo un sueño con sonidos, gracias a los cuales pudo percibir emociones. Desde aquel entonces, comprendió que los sonidos eran capaces de despertar sensaciones y emociones varias. Cuenta que fue el inicio de una nueva vida. O dicho de otra forma, la vida ocupó el lugar de la ciencia. Las emociones empezaron a convivir con una antena artificial.
Escuchando esta historia asocié las emociones con la vegetación. Todo lo conquistan poco a poco. El musgo no tiene nada que ver con la roca, pero lo envuelve. Las emociones no guardan a priori relación alguna con una antena, pero terminaron conectando en la persona de Neil. En definitiva, todo fluye gracias a las leyes universales que gobiernan dentro y fuera. Así de simple.
Las emociones pueden llegar a ser como la vegetación de las personas y…
…tarde o temprano conquistan nuestras mentes. De nosotros depende que seamos invadidos por simple maleza o por un musgo fresco.
