Hoy toca una de filosofía. Traigo aquí a colación hoy una magnífica entrevista que La Vanguardia realiza a Jordi Pigem, filósofo posmaterialista, doctor y escritor. El motivo es por algo que dice en su comienzo:
«¿Por qué se hizo filósofo? Por una ventana».
Idéntica situación fue la que me ocurrió con unos cinco años, pero delante de unos barrotes de una terraza. Y a continuación, LA PREGUNTA que llevo intentando contestar durante décadas:
«¿Para qué estoy aquí?»
Leer este artículo ha sido revelador y esperanzador, la verdad. No estudié filosofía, pero debo decir que me siento filósofo desde que nací. Lo sé gracias a mi intuición, la que siempre me responde ante todas las preguntas y sospechas, sin verdades absolutas pero sí con intuiciones que me van definiendo a lo largo del tiempo. A mi en particular, me sirven respuestas no contrastadas, ni medibles, ni tangibles. Para mí es suficiente sentir una respuesta, una llamada o un impulso a obrar en una dirección. Mis decisiones más importantes no han sido racionales ni mucho menos. Es más, cuando baso una decisión en la razón, me cargo de inseguridad. Nada me tranquiliza más que actuar por ese sentido que me indica una dirección a tomar.
Estoy deseando leer su nuevo libro «Inteligencia Vital», Editorial Kairós. Lo he comprado y estoy deseando devorarlo.
Es verdad que en la actualidad es muy difícil tener credibilidad si no está argumentada y probada con datos e incluso con pruebas palpables. Debe poderse tocar para o ver para dar credibilidad a algo o a alguien. Vivimos en la era de lo tangible y no es de extrañar que las organizaciones y las personas tiendan a acaparar en lugar de sentir. Es nuestra época. Nuestras organizaciones necesitan hacer crecer sus balances en detrimento de las relaciones de las personas y su bienestar.
Quiero expresar aquí mi admiración a un empresario que siente otra manera de hacer negocios. Antonio Catalán, un empresario de contrastada trayectoria avisa de el sistema de explotación a los trabajadores en la sociedad actual. En un entorno de encarnizada competencia, el trabajador es quien pierde siempre y lo peor es la falta de esperanza de un trabajador al carecer de energías, tiempo y recursos necesarios tras su trabajo para preparar un futuro mejor para él y su familia. Ojalá cunda su ejemplo entre los empresarios del mundo y empiecen a ser exitosos por su ingenio y sensibilidad hacía las personas en lugar de por su capacidad de esquilmar hasta el agotamiento a sus trabajadores.
En cualquier caso, la humanidad se ha construido y destruido siempre a base de ciclos y hoy no es distinto. Aplicando la teoría del caos de Ulric Beck, podríamos decir que tras el orden acontece un profundo desorden destructor en el que reina el caos, un estado en el que no se maneja bien el ser humano pero que no significa que no guarde un orden intrínsecamente, sino que no le es familiar. Fruto de este desorden, se va generando vida nueva, regeneradora de esperanza y que provoca un nuevo orden que reportará de nuevo cierta tranquilidad.
Una teoría parecida es la del ex ministro José Manuel Otero Novas quien me explicó personalmente su teoría de épocas apolíneas y dionisíacas, donde gobiernan la razón (orden) y el carisma (caos) y que explica e su libro «El Retorno de los Césares». Es José Manuel Otero una de las mentes más privilegiadas que he conocido y he de decir que su teoría me pareció mu verosímil y desde la publicación de su libro hasta hoy, el tiempo no ha podido más que darle la razón.
Gracias y hasta pronto.