Al igual que no se puede concebir que un atleta alcance un nivel de competición destacado sin entrenamiento, ni un músico sea capaz de interpretar una pieza musical que transmita al espectador, ni que un opositor apruebe los exámenes sin estudiar, es inconcebible que una persona adquiera un nivel de desarrollo mental equilibrado y generador de motivación, sin un entrenamiento específico.
Ya sé que en Occidente, esta vertiente de entrenamiento es inusual y es vista con extrañeza, pero supone el principal motor de cada uno. Un adecuado análisis y diagnóstico de nuestra mentalidad nos permite averiguar nuestra posición en el radar del entorno. Una vez conocidas las coordenadas podemos empezar a descubrir nuevos pasos, detectar obstáculos, etc.
Desgraciadamente, crece el número de personas que cada día comienzan sus jornadas con una preocupación en sus cabezas que, como su sombra, le acompañará a lo largo de toda la jornada. Estas personas acuden al gimnasio a entrenar sus cuerpos para alcanzar unas formas envidiables, acuden al esteticista para depilaciones, limpiezas, maquillaje, etc y así conseguir un rostro irresistible; aprenden idiomas, bricolaje, etc para mejorar sus competencias en distintas áreas. Pero sus preocupaciones, lejos de desaparecer, les acompañan en cada actividad.
Miedos, incertidumbres, inseguridades, complejos, niveles de autoestima preocupantes, desorientación vital, etc, son pesadas cargas que desdibujan el gesto espontáneo de nuestros rostros. Los rostros y las conductas denotan que existen potentes lastres en las personas que amenazan la salud mental de sus víctimas. Estos miedos se encaraman a las personas como lapas y chupan sus energías con una virulencia insospechada, pudiendo desembocar en graves enfermedades, conflictos internos y con el entorno, familiar, social, laboral, etc.
Sólo vivimos una vez y no podemos permitirnos tirar por la borda la maleta de la felicidad. No debemos dejarnos vencer por la ignorancia y la cobardía irracional, porque llegará un momento en el futuro de nuestras vidas en el que se presente el momento de la pregunta, del interrogante que determinará el bando al que perteneceremos: ¿has vivido feliz? En caso contrario, ¿has luchado por alcanzarla o te resignaste a ser un infeliz? ¿que has hecho por alcanzarla? No quiero ni pensar, el tormento que vivirá quien, llegado ese momento no pueda contestar otra cosa que: he sido un infeliz y no hice nada por ella. Me resigné desde un principio a convivir con mi sufrimiento.
Es importante darnos cuenta de la magnitud de lo que supone toda una vida atemorizado por unas supuestas amenazas futuras, que crecen en espiral de razón geométrica y se convierten en nuestras miserias difíciles de esconder.
Es determinante saber que se puede modificar el curso de nuestros pensamientos y que, como todo en la vida, con el método adecuado, no es difícil conseguirlo. Basta con saber que para conseguir resultados distintos es preciso cambiar conductas, porque, como decía Einstein «la locura es pretender resultados distintos, haciendo siempre lo mismo».
Por tanto, la felicidad es factible y requiere de entrenamiento para alcanzarla, así como distintos pasos:
1- Reconocer nuestro estado. Coordenadas actuales.
2- Estudiar los miedos, las emociones, las conductas, las creencias y los juegos.
3- Querer cambiar. Muchas veces es preciso una confrontación.
4- Iniciar el cambio a base de entrenamiento, consistente en creación de hábitos, detección de valores y fortalezas, adquirir visión, entrenar los sueños, motivación, etc.
5- Construir identidad.
6- Definir nuestro plan de acción.
7- Determinación para emprender el camino.
La felicidad es concentración en un momento, en una actividad. El momento de la felicidad nos pasa fugaz, sin darnos cuenta del tiempo que transcurre porque estamos absortos en la actividad que nos hace feliz. Al tiempo, es retrospectiva: «¿te acuerdas que bien lo pasamos?». Tiene memoria y queda grabada en nuestra mente. Este momento lo proporciona una actividad que sin duda está relacionada con nuestra principal habilidad, que nos da una seguridad infinita y reconforta nuestra autoestima. Esta actividad nos hace sentir fuertes, seguros y apasionados, retroalimentándose con el ejercicio diario, ya que hace que sintamos evolución, ¿hacia dónde?, hacia un objetivo que hemos definido mediante un proceso de entrenamiento.
Este momento de felicidad es lo que denomino «el momento felino», similar al instante en el que el felino depredador prepara el asalto a su presa. Es un momento cargado de intensidad y pleno de energía y motivación, extrapolable al deportista, al niño, al emprendedor y toda aquella persona o animal que ha encontrado su objetivo y se predispone a su alcance sin tregua.
Por ello, animo a entrenar nuestra mente, a darnos cuenta de nuestros lastres, de querer cambiar, de empezar un entrenamiento consistente en entrenar nuestras habilidades para apoyarnos en ellas a la hora de transitar por nuestro plan de acción, hacia un objetivo que nos reportará plenitud, orgullo y satisfacción. Este proceso pretende convertir tu vida en el momento felino, cargado de intensidad y de felicidad. Se nos notará en nuestra mirada, e nuestros movimientos y conversaciones e infundiremos en nuestro entorno el mismo optimismo y entusiasmo que llevamos dentro. Irradiaremos energia y felicidad. Lo viviremos en primera persona y los más cercanos lo agradecerán.
¿Donde estás? Aquí.
¿Qué hora es? Ahora.
¿Quién eres? Este momento.
Os dejo, una vez más, con una secuencia de la película «El Guerrero Pacífico«, que nos habla, a través de un caso real de un atleta olímpico, de cómo superar los miedos que le atormentan.
Gracias por estar y os debo un post más amplio sobre «El Momento Felino».
Formidable. Procedo a compartielo.
Gracias José Manuel por tu aportación.