Lo siento, pero me encanta. Esto tiene tantas aplicaciones… Cuando era un enano, me acuerdo ver a algunas vecinas que compraban a los vendedores ambulantes sus productos ayudándose de una cesta que descolgaban desde su ventana, atada a una cuerda, en la que depositaban «los dineros» para pagar y a través de la cual recogían los melones, el pan, los cuchillos afilados, etc..
Ya no tendrían que hacer nada de esto. Ahora bastaría con dar indicaciones a su «drone» para, por ejemplo, ir a comprar tabaco, vigilar a su hijo mientras juega en el patio o recoger esos churritos calentitos los domingos tempranito, sin tener que quitarte la bata calentita, ni peinarte.
No digo nada de las barbacoas de mi vecino; en cuanto se pase de la hora de sueño o de decibelios, mando a mi «drone» a sobrevolar el espacio aéreo colindante emitiendo un potente haz de luz similar a los de los antiguos campos de concentración y procedo a bombardear con fétidos hasta desalojar la fiestuqui.
Ya me lo imagino, ya….que poderío… Y todo desde el sillón de mi casa, al que acudiría Perky, mi fiel «»drone», tras las misiones encomendadas, en busca de esas caricias sobre sus frías hélices, que menea zozobrado de cariños.
Ya sé de algún restaurante que ha recibido alguna llamada de un tortolito enamorado, para reservar mesa para dos y presentarse el susodicho tórtolo «embabiado», sobrevolado por su amado compañero, el cual, tras recibir indicaciones del «maître», aterriza sobre el mantel para ejercer los preliminares de su servicio como escort. Unos servicios que se rumorea que son grandiosos gracias a una eficaz y vibrante función que posee ese «drone» machote, capaz de dar cumplido sueño a los anhelos apasionados de todo «lobo solitario».
Pasamos así de permanecer enfrentados a una pantalla capaz de hacernos reír, llorar y vibrar en silencio a relacionarnos con Angeles electromecánicos que sobrevuelan nuestra coronilla, para calmar nuestras podredumbres.
Que consuelo… Vamos avanzando.. 😉
Ah, y no os extrañéis si mañana llama un «drone» a vuestra casa para haceros entrega de una multa, pizza o paquete. No, no le hagáis entrar para descubrir su célebre dispositivo; caeréis en sus redes de por vida.