Un año más, se han celebrado las fiestas que clausuran la temporada de verano en el Club Pozuela. Para los que formamos la Junta Directiva y para otros muchos asociados, la organización de estos eventos supone una actividad muy intensa por la gran cantidad de actividades que tienen lugar, la logística de cada uno de ellos y las particularidades de todos los participantes, así como la sincronización necesaria entre espacios y participantes.
Cuando se habla de actividad intensa, se puede entender que se trata de una carga pesada que produce cansancio, hastío y hasta aburrimiento, sin embargo, cuando existe algo que se llama ilusión y hasta pasión, la actividad es generadora de energía, que retroalimenta a su vez la ilusión y la actividad.
El Club Pozuela es un pequeño club compuesto por unas 110 familias asociadas y que entre todos dirigen la gestión del mismo, a través de una asamblea a la que se consulta los principales asuntos de la gestión y en cuyo seno se toman las decisiones más importantes de nuestro devenir.
Este año, 2013, es el 40 aniversario de su nacimiento. Quizá no sea mucho tiempo, pero sí es el suficiente para que hayamos tenido oportunidad de convivir varias generaciones familiares. En mi caso particular, y alardeo en cuanto tengo oportunidad de ello, he visto como mi abuelo “la gozaba” en la piscina durante los veranos y paseaba por las inmediaciones todo lo que podía. Tanto mis primos como yo nos acordamos de las veces que “subíamos” al club andando desde nuestras casas, lo que supone un paseo de unos 6 kms. No estaba nada mal para un abuelo. En mi casa, mis hermanos y yo no parábamos de pedir que nos acercaran al club en cuanto teníamos oportunidad, por lo que mis padres eran también asiduos al club. Allí jugaban al tenis, al mus, canasta, etc y organizaban comidas camperas, excursiones, cenas, bailes, etc.
Yo recuerdo con especial cariño las tardes de los viernes en invierno, porque subíamos como los toros bravos después del colegio, echábamos nuestro partido de fútbol en un gran campo de tierra y acto seguido, solíamos ver el programa un, dos, tres, de Chicho Ibáñez, con un bocata de una pulgada entre las manos.
También recuerdo los grandes carnavales y todos y cada uno de los disfraces que utilicé cada año. Desgraciadamente no guardo fotografías de aquellos momentos, pero la película la tengo grabada en mis recuerdos. Los concursos eran como macroproducciones cinematográficas que organizaban nuestros padres, utilizando unos equipos de megafonía muy modernos para la época. Recuerdo al jurado, nuestras madres, puntuando cada disfraz tras el desfile de rigor.
Y también recuerdo con felicidad todos los días 1 de mayo, días en los que salíamos gran parte de los asociados, de excursión hacía la finca de nuestro amigo Fini, donde organizábamos unas paellas y unas chuletas que quitaban el hipo. También hacíamos todo tipo de perrerías a sus vacas, las pobres.. espero que no lea esto Fini..
En fin, recuerdo los olores de entonces, los cielos, los campos, los partidos con los amigos, la piscina, los chillidos de los niños, los cantos de cada zumaya, de las chicharras, de los vencejos y las tórtolas. Allí crecí con mis mejores amigos, de los que tengo el mejor recuerdo, el más vivo y el que construye el carácter de una persona.
Y ahora, al ver a mis hijos recriminarme cuando a la 1,00 de la madrugada les digo que nos tenemos que marchar a casa, me sonrío por dentro y me digo que están creciendo felices, porque veo a sus amigos, a los padres de sus amigos cerca, sus partidos, sus caídas en el campo, sus gamberradas, en bañador constantemente en verano y practicando deporte en invierno.
Cuarenta años es poco, ya lo sé, pero da tiempo a mucho, a vivir muchas emociones, a compartir muchas risas y momentos que generarán recuerdos que refuerzan la felicidad de nuestro entorno. Y a fuerza de años, se generan unos valores que se van grabando en nuestro ADN, el del respeto, la comprensión, la convivencia generacional, la competitividad en los deportes, el del compromiso en la gestión y en la organización para que cada año continuemos viviendo los mejores momentos de nuestras vidas.
En un enclave maravilloso, cerca del cielo de Toledo, circundado por los caminos de Santiago y del Quijote, donde sólo las torcaces y las zumayas acceden y donde los grillos nocturnos y las cigarras diurnas barnizan nuestros silencios y donde las estrellas encapotan la cúpula de Pozuela imponiendo la sabiduría y el misterio necesario en las noches de verano, ha arraigado un club que está dando frutos constantemente. Por eso, colaborar en la Junta no cansa, ilusiona.
Un año más, nuestras fiestas de verano han contribuido a conformar un anillo más de nuestro tronco, y han surcado un maravilloso recuerdo en nuestra mente. Pero no por ello los inviernos serán largos espacios entre paréntesis. Los inviernos son la mejor oportunidad para disfrutar de momentos tan importantes e intensos como los veraniegos. Y por eso, esta Junta se ha propuesto superar el listón del verano, ya de por sí ambicioso. Continuaremos con la ilusión de poder ofrecer momentos insuperables, proporcionando sensaciones nuevas que recordaremos toda la vida.
Por eso, este invierno acudirán al club ponentes de prestigio para ofrecer conferencias de calidad y presentarnos sus libros y reflexiones, viajaremos a otras ciudades para conocer juntos lugares y anécdotas distintas, organizaremos salidas culturales, competiciones y actividades deportivas que proporcionen el bienestar necesario, organizaremos las fiestas de siempre de carnaval para niños y mayores, nuestro flamante día del valle, cursos-catas de vino, de jamón, de aceite, decoraremos en navidad el salón y una habitación para los más jóvenes, los viernes tendremos un taller de manualidades y habrá cursos de tecnología, etc…, en fin, que tenemos un reto apasionante.
Desde la seguridad de que toda nuestra ilusión es una inversión en felicidad de los que vienen y de que, mientras generamos emociones construimos algo muy grande, casi legendario, seguiremos contribuyendo a que este club continúe siendo la referencia en cuanto a generador de ilusiones y forjador de valores, a través de una familia cada vez más grande que acoge con alegría a los nuevos socios de cada año.
Juntos, otros cuarenta años, creando ilusiones. Gracias por estar.
Me ha encantado!!!! No tengo los recuerdos que tú tienes, pero tengo la ilusión de que mis hijos sí los van a tener.
Uff, eso seguro Luisa. Con el paso del tiempo se recuerda con muchísima gratitud. 🙂