José Luis Serrano

Pon una ojiva en tu vida, tonto

Hablaré de la guerra. Hacerlo sin caer en algún tópico, flaqueza o buenismo es difícil. Siento que desde que se inició la invasión he perdido mi voz y quiero recuperarla. Hace unos días, hablaba para una emisora sobre los “niños lobo”, “Wolfskinder” en alemán, despojos de la Segunda Guerra Mundial. Dos de esos niños protagonizan mi última novela, “La cuarta semilla”. Me preguntaron mi opinión por ese constante error del ser humano que le impele a enfrentarse en cruentas guerras para dirimir sus diferencias. Aquellos “niños lobo” sobre los que escribo en mi novela no llegaron si quiera a alcanzar la condición de refugiados. Fueron meros supervivientes gracias a un increíble instinto de supervivencia. Creo que el ser humano sí ha aprendido. Ahora somos capaces de dar refugio. Nos lo enseñaron personas como Igor, o como Alesha, personajes inspirados en hombres de carne y hueso como fueron Hermann Gmeiner o Walraven Van Hall y otros muchos. Hemos aprendido a dar protección al necesitado en mayor o menor medida. Esta vez Europa ha estado a la altura de las circunstancias y es motivo de orgullo.

Sin embargo, el ser humano sigue recurriendo a las armas para expresar un malestar, desplegando su más feroz artillería contra millones de personas inocentes que nada tienen que ver con el conflicto y que un líder califica como enemigos. Alguien ha dado órdenes de bombardear hospitales, paritorios, etc. Edificios en los que se podía leer con claridad, en letras gigantes, que allí dentro se refugiaban cientos de niños asustados por las bombas fueron bombardeados. Aquellos carteles con la palabra “NIÑOS” en ucraniano, pintados delante y detrás del edificio con sumo cuidado para evitar que este desastre les afectara a ellos, fueron en realidad la señal que avisó a ese desalmado para que diera la orden: “bombardeadlo”.

Bombardead ese edificio, el de los niños”. Es cierto que esa orden inicial vino de una persona, si se puede llamar así, pero el proceso de ejecución de ese bombardeo, de esa orden criminal, involucró a cientos de personas. Es esto lo sorprendente del ser humano. Cientos de personas decidieron alinearse con ese criminal que dio la orden. En mi entrevista dije que la humanidad no siempre es legal, y al contrario. Lo legal no siempre es lo humanitario.

Sobre este dilema escribí hace tiempo para referirme a la comodidad del funcionario que se cobija bajo el manual de funciones renunciando a cualquier cuestionamiento moral que perturbe su existencia. Mejor que yo lo explica la película “Hannah Arendt”, que cuenta cómo un país entero participó de la crueldad nazi. “La banalidad del mal”, digno de ver.

Ayer escuché al ministro de asuntos exteriores español decir que un país tiene una relevancia en las negociaciones diplomáticas equivalente a la inversión en armamento que realiza. Esta premisa es perversa. Es como el cepo que profundiza su mordida cuanto más se tira de él. ¿Qué diferencia hay entre esta afirmación y el mensaje lanzado por un mafioso al enseñar su pistola durante una negociación? Bien, pero no quisiera pasar por un iluso, inocentón o populista. Es una realidad lo que dice el ministro y no quiere decir que lo respalde. Lo cierto es que el respeto hoy lo determinan las armas y los billetes. Así las cosas, es fácil comprender que todos los países corran para fabricar sus ojivas nucleares y poder exhibirlas en desfiles, como el macho que sacude su miembro al aire para advertir que en cualquier momento puede hacer el amor contra alguien. El ser humano se extingue y lo peor es que pasará a la historia no como homo sapiens, sino como homo stupiens.

Decía que no soy ingenuo. Europa lleva mucho tiempo tratando de construir su modo de vida en torno a valores democráticos que fomentan la libertad. Este aprendizaje ha costado mucho tiempo, vidas y recursos y todo parece indicar que estamos dispuestos a defenderlo. Esto es una gran noticia. Aquí radica la clave. Defender estos valores de la tiranía requiere inversión en defensa, queda claro, porque siempre hay alguien dispuesto a conquistarte o invadirte. Todavía no se defiende uno con margaritas. Pero Europa ha avanzado mucho y tiene un arma muy poderosa y no solo la financiera. Europa está muy imbricada en las instituciones internacionales y esto le está permitiendo ganar la batalla mediática, financiera y penal, en un futuro. Es este tipo de diplomacia por la que debe apostar Europa para asegurar sus valores de libertad, de justicia y de convivencia en paz, orientada a eliminar esos lemas de “pon una ojiva en tu vida”, como hacen los nuevos ricos. La seguridad y la paz solo se consigue regando cada día las relaciones de vecindad.

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