Hablaré de la guerra. Hacerlo sin caer en algún tópico, flaqueza o buenismo es difícil. Siento que desde que se inició la invasión he perdido mi voz y quiero recuperarla. Hace unos días, hablaba para una emisora sobre los “niños lobo”, “Wolfskinder” en alemán, despojos de la Segunda Guerra Mundial. Dos de esos niños protagonizan mi última novela, “La cuarta semilla”. Me preguntaron mi opinión por ese constante error del ser humano que le impele a enfrentarse en cruentas guerras para dirimir sus diferencias. Aquellos “niños lobo” sobre los que escribo en mi novela no llegaron si quiera a alcanzar la condición de refugiados. Fueron meros supervivientes gracias a un increíble instinto de supervivencia. Creo que el ser humano sí ha aprendido. Ahora somos capaces de dar refugio. Nos lo enseñaron personas como Igor, o como Alesha, personajes inspirados en hombres de carne y hueso como fueron Hermann Gmeiner o Walraven Van Hall y otros muchos. Hemos aprendido a dar protección al necesitado en mayor o menor medida. Esta vez Europa ha estado a la altura de las circunstancias y es motivo de orgullo.
Sin embargo, el ser humano sigue recurriendo a las armas para expresar un malestar, desplegando su más feroz artillería contra millones de personas inocentes que nada tienen que ver con el conflicto y que un líder califica como enemigos. Alguien ha dado órdenes de bombardear hospitales, paritorios, etc. Edificios en los que se podía leer con claridad, en letras gigantes, que allí dentro se refugiaban cientos de niños asustados por las bombas fueron bombardeados. Aquellos carteles con la palabra “NIÑOS” en ucraniano, pintados delante y detrás del edificio con sumo cuidado para evitar que este desastre les afectara a ellos, fueron en realidad la señal que avisó a ese desalmado para que diera la orden: “bombardeadlo”.
“Bombardead ese edificio, el de los niños”. Es cierto que esa orden inicial vino de una persona, si se puede llamar así, pero el proceso de ejecución de ese bombardeo, de esa orden criminal, involucró a cientos de personas. Es esto lo sorprendente del ser humano. Cientos de personas decidieron alinearse con ese criminal que dio la orden. En mi entrevista dije que la humanidad no siempre es legal, y al contrario. Lo legal no siempre es lo humanitario.
Sobre este dilema escribí hace tiempo para referirme a la comodidad del funcionario que se cobija bajo el manual de funciones renunciando a cualquier cuestionamiento moral que perturbe su existencia. Mejor que yo lo explica la película “Hannah Arendt”, que cuenta cómo un país entero participó de la crueldad nazi. “La banalidad del mal”, digno de ver.
Ayer escuché al ministro de asuntos exteriores español decir que un país tiene una relevancia en las negociaciones diplomáticas equivalente a la inversión en armamento que realiza. Esta premisa es perversa. Es como el cepo que profundiza su mordida cuanto más se tira de él. ¿Qué diferencia hay entre esta afirmación y el mensaje lanzado por un mafioso al enseñar su pistola durante una negociación? Bien, pero no quisiera pasar por un iluso, inocentón o populista. Es una realidad lo que dice el ministro y no quiere decir que lo respalde. Lo cierto es que el respeto hoy lo determinan las armas y los billetes. Así las cosas, es fácil comprender que todos los países corran para fabricar sus ojivas nucleares y poder exhibirlas en desfiles, como el macho que sacude su miembro al aire para advertir que en cualquier momento puede hacer el amor contra alguien. El ser humano se extingue y lo peor es que pasará a la historia no como homo sapiens, sino como homo stupiens.
Decía que no soy ingenuo. Europa lleva mucho tiempo tratando de construir su modo de vida en torno a valores democráticos que fomentan la libertad. Este aprendizaje ha costado mucho tiempo, vidas y recursos y todo parece indicar que estamos dispuestos a defenderlo. Esto es una gran noticia. Aquí radica la clave. Defender estos valores de la tiranía requiere inversión en defensa, queda claro, porque siempre hay alguien dispuesto a conquistarte o invadirte. Todavía no se defiende uno con margaritas. Pero Europa ha avanzado mucho y tiene un arma muy poderosa y no solo la financiera. Europa está muy imbricada en las instituciones internacionales y esto le está permitiendo ganar la batalla mediática, financiera y penal, en un futuro. Es este tipo de diplomacia por la que debe apostar Europa para asegurar sus valores de libertad, de justicia y de convivencia en paz, orientada a eliminar esos lemas de “pon una ojiva en tu vida”, como hacen los nuevos ricos. La seguridad y la paz solo se consigue regando cada día las relaciones de vecindad.
Ya no deberian existir estas guerras hasta ellas han quedado obsoletas ¿no existe el dialogo acaso ? Para evitar este tipo de crueldad ? Tanto poder economico puede haber en el medio para que no les importe ni niños inocentes es terrible lo que se esta viviendo dia a dia a casi ya poco de 28 dias y un pais donde solo es lagrimas , destrozos desolacion y donde miles de personas dejan detras sus vidas .
Excelente informe
«Para que triunfe el mal solo se necesita que los buenos no hagan nada». Me da mucho asco la conclusión de que en este mundo se gana con dinero y poder, el poder que dan las armas y no la cultura, la democracia y los acuerdos internacionales. Es triste comprobar que realmente es una ingenuidad creer en estos valores porque a la hora de la verdad funciona la ley del más fuerte. Que ya ni se respeten las convenciones más básicas pactadas para la guerra me hace explotar la cabeza, porque qué nos queda, salvo esa sensación de riesgo de muerte inminente, de destrucción masiva que últimamente nos acompaña. Rezo para que la guerra no se extienda, cobardemente, lejanamente…
Todo lo que se firma es papel mojado. Siempre hay una excusa con la que burlar la legalidad. En la actualidad son las “falsas banderas”. Lanzas un misil mientras despliegas una bandera distinta a la tuya y ya tienes excusa para saltarte lo firmado. La realidad es que las relaciones de países están basadas en códigos primitivos, de fuerza, del más poderoso. Las instituciones son imprescindibles para evitar que ningún ser humano pueda decidir el destino de un país sin pasar ningún control de poder. Gracias Esther 😘
Gracias a tí, por la lucidez y la esperanza.
No puedo estar más de acuerdo contigo. De todo esto que está pasando lo que más rabia me da y quizás más impotencia, es no saber si Putin pagará o no por estos crímenes de guerra, porque si algo es seguro es que son asesinatos todos y cada uno de los seres a los que se está aniquilando. Esto es algo horrendo.
En cuanto a los «fanáticos» que hacen caso a las órdenes de Putin es algo que tampoco entiendo. ¿No son conscientes de lo que cometen? ¿Tan ciegos están? ¿Tanto miedo le tienen?. Lo que yo digo es que si TODOS los soldados rusos se quedasen de brazos cruzados la guerra no tendría lugar, ¿y qué iba a hacer Putin? ¿Fusilarlos a todos? ¿Quedarse sin militares? . Es algo que siempre me ha llamado la atención a lo largo de la historia del ser humano, el poder que ejercen «unos pocos» sobre la gran mayoría para lograr sus objetivos y que esa gran mayoría lo acate sin más. ¡Qué poca personalidad y qué tonto es el ser humano!. ¡Cuánto poder ejerce el miedo! Esto es como si una persona entra en un salón armado hasta las cejas y los mil presentes no actúan contra ese cobarde armado. ¿Acaso si se lanzasen todos a por él no saldrían ganando?. Seguro que alguno moriría, este es el problema, el miedo a que te pase a tí en vez de al de al lado (Egoísmo puro y duro). (Mejor que le pase a otro, es lo que creo que pasa en estos casos, el miedo a morir o a ser aniquilado sin más por defenderte).
En fin. Perdón por haberme extendido tanto, pero soy madre y lo más duro para una madre, al igual que para un padre, es ver morir a tu hijo o no poder atenderle como es debido. Sólo por eso, sólo por el hecho de que un sólo niño sufra, ese malnacido debe pagar por lo que está haciendo. Ojalá así sea, que pague por los niños, por las mujeres y por los hombres Ucranianos y también que pague por habernos dejado a todos el corazón roto.
Enhorabuena por tu artículo.
Muchas gracias Conchi. Es verdad que es sorprendente cómo el ser humano en general decide en un momento dado convertirse en parte del mal. Tenemos un punto ciego, sin duda. E recomiendo la película de Hannah Arendt, sobre la banalidad del mal. Todos la tenemos que ver. Gracias.