Insisto en hablar del éxito, incidiendo esta vez en esa parte no tan reconocida y en ocasiones desprestigiada o repudiada. Si, repudiada por una parte de la sociedad que siente una emoción muy característica cuando percibe señales de éxito en los demás. Es tan habitual como fácil de erradicar siempre que quien lo sufre decida cambiar (que es lo verdaderamente difícil).
No nos identificamos con todos los tipos de éxito, es normal, muchos de ellos no tienen nada que ver con nuestras vivencias. Pero creo que lo interesante se encuentra en el núcleo de todos esos caminos de éxito. La raíz de todas esas conductas exitosas debe ser objeto de análisis y es lo que me propongo aquí.
Volvemos a recurrir a una imagen muy manida pero ejemplifica muy bien el concepto del éxito, el iceberg. La apariencia externa es solo el 10% del éxito. Es solo la cara que muestra un proceso largo y en ocasiones doloroso. Sin embargo, es verdad que hay personas que han podido adaptar el ratio capacidad/habilidad desde niños han sido capaces de fluir en vida hasta desembocar mansamente en el océano del éxito. Pero no nos engañemos, lo normal es que el éxito se ubique en el nacimiento de un turbulento rio y que tengamos que ascender aguas arriba como los salmones, peleando hasta alcanzar la cima y allí desovar, dejando nuestro legado al universo. Habremos contribuido entonces a mejorar el medio en el que vivimos.
Para hablar de éxito hay que hablar de filosofía. Por esto mismo soy un apasionado el coaching. Creo que el coaching de hoy es el equivalente a la filosofía de hace decenas de siglos. La vida, curioso concepto para referirnos a cosas tan distintas, sus raíces y la manera de afrontarlo es lo que me apasiona y mi aspiración sería escribir un manual de instrucciones para la vida y de esa manera contribuir al mundo ahorrando sofocos como los de estresarnos diariamente por cumplir unas rutinas estériles. El coaching es lo mismo que hacían los filósofos clásicos en su época. De hecho, estoy totalmente convencido que las charlas TED son el equivalente a las charlas en el AGORA. Aquellas estrellas fueron disruptivas y levantaron gran expectación, de igual manera que (no todos) muchos de los protagonistas de estas charlas pretenden serlo. Seguimos hablando de lo mismo, felicidad, realización, éxito, bienestar, etc.. Es un asunto de humanidad que siempre nos va a acompañar porque no hay fórmula mágica, sino que cada mente es distinta.
La búsqueda de ese estado de felicidad que Aristóteles definió como “experiencia global de placer y significado” marcó posiblemente el inicio de una disciplina de superación personal. Dicen que Aristóteles fue el mejor coach de la historia, no en vano fue el coach de Alejandro Magno, de igual manera que Platón lo fue de Marco Aurelio. De igual manera que los grandes promotores de la humanidad decidían rodearse de los mejores intelectuales, los líderes de hoy también se rodean de coches que les faciliten esta labor. Y la raíz del método es la misma, valores, creencias, etc.
Lo que está ocurriendo en la actualidad es que suelen trascender los investigadores o gestores de lo tangible. Vivimos en la era de lo tangible y la apariencia. Solo importa aquello que se pueda tocar, medir y deslumbrar. No obstante, también hay motivos para el optimismo. Los G.A.F.A. han cambiado la estrategia y saben de la importancia de perfiles como filósofos y humanistas en general y conforman uno de los perfiles más demandados del talento tipo que buscan.
Uno de los rastros que siempre deja el éxito es su origen. Es habitual que una conducta exitosa tenga como origen una gran dificultad, imposibilidad o limitación. Un carácter adecuado pondrá en marcha procesos de adaptación rápida para compensar una limitación, de tal forma que ese espíritu de superación es lo que le facilita alcanzar otras cimas. Os invito a ver la actitud de Nick Vujici, quien ha demostrado un gran liderazgo (otro factor determinante de éxito) al ahora de alcanzar su realización o plenitud. Lógicamente supo no dedicarse profesionalmente al baloncesto, que sería su vocación antagónica y frustrante, sino que supo despertar una fuerza compensatoria y re dirigir el sendero en sentido exitoso.
Leí hace años una entrevista al que fue Presidente del Gobierno español (Felipe González) y me llamó la atención que, al hablar de su infancia, mostrara a un niño enfermo y víctima de ataques de ansiedad y dificultad respiratoria por las noches. Decía que consiguió superar aquellos ataques en solitario y a base de ejercicios de serenidad y calma ante situaciones estresantes. Desde luego que lo consiguió y se convirtió en un gran orador (su gran fortaleza) demostrando pleno dominio de la situación. Por tanto, somos el reflejo de nuestras batallas.
La historia nos revela que los defectos o limitaciones no tienen por qué ser lastres que nos apartan del éxito, sino en muchos casos todo lo contrario. Es el detonante de conductas exitosas y oportunidades para la maestría. En muchos casos, las desafortunadas sentencias espolean al minusvalorado y le infunden energía hacia la superación, sin embargo en otros pueden hacer escarnio en el sentimiento, pero de lo que no cabe duda es nuestras “taras” son vitaminas para el crecimiento.