Sensibilidad, Competencia, Valentía
Vs o &
Libertad, Discernimiento, Acción
Hace tiempo recibí un «insight» con fuerza suficiente como para hacer que las creencias buscaran cierto acomodo y asentar esos principios que uno siente que son los que guían el comportamiento. Esa información concluía que el tridente «LDA» (Libertad, discernimiento y acción) podía contribuir a esclarecer el sentido de la vida y las razones que atisbé fueron las siguientes:
Desde mi punto de vista, entiendo la libertad como el inicio necesario de cualquier vía. Todo empezaría desde una elección y nunca desde una imposición. Así, cualquier inicio es alentador. Un camino realizado desde una imposición puede llegar a convertirse en un calvario. No confundir necesariamente imposición con una orden tipo militar, ya que pudiera ser que el soldado obedeciera dicha orden sintiéndola como una profunda misión para la que ha nacido, luego también partiría desde una elección libre y motivadora. La libertad, de entrada reconforta y sanea la autoestima. La diferencia entre libertad y libertinaje vendría determinada por el siguiente factor del tridente; la capacidad de discernimiento.
Esta capacidad de discernimiento permite averiguar qué decisiones no tomar y cuáles son las adecuadas. Lleva implícito un determinante componente de tiempo. Es necesario emplear tiempo para «sentir» o sopesar esos pros y contras. Pudiera ser que el discernimiento fuera antecesora de la libertad, aunque también creo que somos capaces de discernir únicamente desde la libertad. Una vez separada «la paja del grano» podemos actuar con cierta seguridad en uno mismo. Es entonces cuando empieza la acción.
La acción genera incesantes momentos para tener que discernir de nuevo desde la libertad de elección, conformándose entonces el camino de cada persona. Es el famoso camino de las «baldosas amarillas» del cuento del «Mago de Hoz» de L. Frank Baum. El camino sería la trazabilidad virtuosa o viciosa, el rastro que deja la interacción de la L.D.A.
Sin embargo, o por fortuna, alguien cercano y altamente competente en el proceso LDA, me aportó hace unos días su visión del camino, que pasaba por el tridente S.C.V. (sensibilidad, competencia y valentía) y sobre el que me permito hacer una reflexión a continuación, a riesgo de caer en una interpretación desajustada.
Sensibilidad: Empezamos fuerte. Desde luego es un factor clave con el que nacemos en mayor o menor medida, pero que a su vez podemos influir modificando en entorno a través de la toma de decisiones cotidianas. Me explicó que entendía la sensibilidad no tanto como un estado de afección sino como una capacidad receptiva; como una fuente de información de mayor caudal; como un canal receptor de información clave para el discernimiento. Yo también creo que la sensibilidad así entendida es el origen clave de todo y adquiere el estatus de atractiva incógnita sobre la que indagar más adelante, entrando en escena conceptos tan interesantes como «energía», «intuición», «espiritualidad», «inteligencia»…
No cabe duda tampoco que la competencia es otro aspecto capaz de determinar un buen resultado. Es loable y denota generosidad en el empleo de recursos y en el esfuerzo realizado hasta alcanzar el objetivo prefijado. Además, conlleva la necesidad de un análisis previo y sincero de uno mismo a la hora de «afilar la sierra«, tal y como denomina Steephen Covey en su exitoso libro de «Los siete hábitos de la gente altamente efectiva» para referirse a la preparación, entrenamiento y formación de las personas para mejorar su rendimiento.
Y qué decir de la valentía: La capacidad de una persona para hacer frente a sus miedos atenazantes, a sus creencias limitantes. Es otro de los ingredientes claves del éxito. Hay que entenderla como el esfuerzo para afrontar un miedo tras un proceso de reflexión en el que una persona compara objetivamente el tamaño de sus recursos con el tamaño del desafío que tiene ante sí y que le provoca una situación estresante y paralizante en muchos casos. La valentía no se entiende como una reacción irreflexiva y automática que deje a la improvisación las posibles consecuencias de dicha reacción, sino como una actitud mantenida en el tiempo, en el que se es capaz de sostener cierta serenidad mental que aporte la necesaria clarividencia a la hora de actuar con sentido.
En definitiva, yo a partir de ahora fusionaré estos dos tridentes para que los seis factores resultantes interaccionen entre ellos, porque todos son activadores de virtud. De su interacción solo pueden trazarse caminos de éxito.
Todo puede ser que me lleve una buena reprimenda de la «capitana», que me dio pistas de su tridente, por hacer mías sus pesquisas ;-).
Camino embaldosado….¿camino trazado?
Camino trazado, si. Y camino por trazar, también 😉