A lo largo de la historia, han existido grandes eruditos que han sido capaces de adquirir grandes conocimientos y transmitirlos o plasmarlos en libros y enseñanzas. Fueron y son personas que tienen la gran capacidad de albergar en su memoria cuantiosa información y experiencias, lo que les convierte en eminencias a la hora de explicar la realidad. Dependiendo de su mayor o menor capacidad pedagógica, tendrán mayor o menor habilidad para transmitir la información adquirida a las generaciones venideras. Podríamos decir que hacen la labor de bibliotecas o almacenes de información pero su conocimiento durará mientras vivan. Allá donde vayan, podrán enseñar o transmitir sus conocimientos y contribuir al desarrollo de la sociedad conforme a lo aprendido previamente.
Sin embargo, en este proceso de aprendizaje, existe algo que determina la posibilidad de aportar a la humanidad avances. Ese algo que surge de repente, sin saber cómo ni por qué y condiciona la voluntad de las personas. Y lo condiciona, porque cuando aparece, normalmente es asumido como cierto aunque no haya razón que lo explique, sin embargo, lo acatamos como Verdad categórica para avanzar en nuestro trabajo. Se trata de la intuición o corazonada. ¿quién no ha tenido esta sensación en algún momento? Una revelación que le hace sentir a uno estar frente a una realidad que surge de lo desconocido pero cargada de fundamento, de tal manera que confiamos en ella plenamente.
Hablar de la intuición no provoca la misma admiración que sentirla, quizá porque cuando se intenta explicar o razonar, pierde su esencia. Incluso, cuando uno confiesa que su invento no se debe a una deducción lógico científica, sino a una corazonada, podría incluso arriesgarse a perder credibilidad y prestigio. Sin embargo, esta característica es la que convierte a los eruditos en grandes genios que modifican la historia.
Cuando un erudito se encuentra en pleno proceso de investigación, surge de vez en cuando la sensación de una Verdad, asoma una vereda en el camino que provoca la sensación de estar ante el camino correcto. Unos sentimientos incontestables y de una fuerza tal que no provoca parada a la reflexión sino que impulsa a adentrarse en dicha vereda. A medida que se avanza, surgen numerosos estímulos nuevos, susceptibles de ser razonados de nuevo todos ellos, pero que se dan por buenos y lógicos porque en el fondo de nosotros, todo encaja sin razón aparente. Sin embargo, sólo encaja para el virtuoso de la intuición y no para el espectador observador y ajeno a ella, que se queda extrañado y haciendo uso de la crítica. La fuerza de esa intuición, no exenta de arrojo, hace que abandonemos todos los prejuicios del momento y nos mostremos abiertos a toda la información nueva que estamos recibiendo. En ese momento, toda la percepción se alinea en dirección a la intuición, adquiriendo la lógica inconsciente que pesa sobre nuestra conducta.
Esta fuerza poderosa es la que conquistó a todos los grandes genios de la humanidad, Copérnico, Galileo, Newton, Einstein, Miguel Ángel, Stephen Hawkins, Benjamin Franklin, etc.…
¿Cómo llegó Copérnico a percibir la teoría heliocentrista mediante la cual demostró que los planetas giraban alrededor del sol, describiendo unas figuras circulares a su paso? Fijaos además que Copérnico, a mediados del S XV, era matemático, jurista, físico, clérigo católico, gobernador, líder militar, diplomático y economista. A todas estas profesiones dedicada su actividad, pero en realidad su pasión era la astronomía y curiosamente fue la disciplina en la que consiguió aportar a la humanidad importantes avances. Es decir, en aquella materia en la que disfrutaba y fluía, fue en la que consiguió realizar importantes avances. Y esto, ¿por qué? Tiene mucho que ver con la relación entre el arte de fluir y la intuición. La intuición aparece frecuentemente si es precedida del flujo.
Curiosamente, en 1.604, Galileo tuvo lo que se denomina su anus mirabilis:
- En julio, prueba su bomba de agua en un jardín de Padua;
- En octubre, descubre la ley del movimiento uniformemente acelerado, que él asocia a una ley de velocidades erróneas;
- En diciembre, comienza sus observaciones de una nova conocida al menos desde el 10 de octubre. Consagra cinco lecciones sobre el tema el mes siguiente, y en febrero de 1605 publica el Dialogo de Cecco da Ronchitti da Bruzene in perpuosito de la stella Nova junto con D. Girolamo Spinelli.
Además incorpora un matiz nuevo al movimiento helicoidal de los planetas alrededor del sol, el de la gravitación. ¿Qué hace que Galileo tenga un año milagroso? El mismo reconoció que su investigación era regida por la fuerza de la intuición.
Lo mismo que Newton, que recibió importantes pistas de Galileo. Un siglo más tarde, Newton demostró que las leyes del movimiento en la tierra son las mismas que las espaciales. Es decir, ese movimiento helicoidal de los planetas está regido por idénticas leyes que los movimientos en la tierra, no sólo de los materiales sino también de la luz. Muchos dicen que se trata del investigador más importante de la humanidad y todos le recordamos en esa secuencia mientras descansa semitumbado, apoyado en tronco de un manzano. Al caer una manzana madura al suelo desde la rama, Newton intuye de manera misteriosa toda una teoría que revolucionaría a la humanidad. ¿Es posible que Newton razonara mentalmente en ese momento, empleando métodos deductivos aquellas leyes que cambiarían el mundo? Mas bien, tuvo una corazonada, vislumbró la vereda de la intuición, que fue recorriendo a lo largo de su vida, para pasar a la historia como unos de los mayores aportantes de conocimiento a la humanidad.
Y ¿qué decir de un artista y polifacético Miguel Ángel? Una escultura como la de David, nace desde un sentimiento de la proporción y de la belleza, más que de una programación matemática del empleo del estilete y las manos. El proceso creador de los artistas se encuentra gobernado principalmente por la intuición, porque crear es primero soñarlo y sentirlo, para después expresarlo. Sin embargo, una litografía no es crear, sino modelar. Un artista y pensador tan prolífico como Miguel Ángel se entiende desde la concepción de la conexión con alguna fuerza que le impulsa a crear desde la nada.
Ya en el siglo XX, Albert Einstein, quien en vida también reconoce que sus avances en la investigación son tutelados por la intuición, esa fuerza a la que te abandonas para indagar en nuevos campos al percibir la certeza de algo sin cuestionamiento previo, retoma a sus científicos predecesores y se cuestiona la relación entre espacio y tiempo. Así como Galileo avanzó en el terreno de la aceleración de los cuerpos, la intuición básica de Einstein fue postular que en un punto concreto no se puede distinguir experimentalmente entre un cuerpo acelerado uniformemente y un campo gravitatorio uniforme. La teoría general de la relatividad permitió también reformular el campo de la cosmología y tuvo repercusiones también en el campo de la filosofía.
La humanidad se ha visto salpicado a lo largo de su historia, por personajes que han sentido intuiciones a las que han seguido sin dudarlo y que han reportado grandes avances. Pero no todas las corazonadas o intuiciones reportan avances, las hay que han significado verdaderas decisiones desacertadas, causando daños de diversa índole. Más bien parece que la intuición de la Verdad, surge desde el fluir, en el momento en el que se está desarrollando esa maestría que tiene cada uno, en ese momento en el que pierdes la noción del tiempo y que te sientes absorto en tu pasión. En ese momento en el que nuestro cuerpo libera las hormonas en la proporción adecuada, provocando el placer justo y la tensión necesaria para estar en alerta a la percepción, surge de pronto una vereda alternativa y misteriosa a la que nos adentramos sin pensarlo porque damos por hecho que es la correcta. A partir de ahí, vamos avanzando con la razón y la intuición, mientras aportamos a la sociedad en la medida de nuestras posibilidades.
Gracias por estar.