José Luis Serrano

Chin Pum de nata

Me gusta entrar a las pastelerías. Se huele tan bien que la memoria se desliza como el hielo y le lleva a uno a donde menos imagina. Disfruto viendo a los pasteleros provistos de esos brazos como batidoras embadurnadas de harina. Ayer entré en una de las de la calle Cornisa. Pasear por esa calle es evocador porque el aroma a crema arrebata la conciencia y entonces el pensamiento se me escurre entre abuelos, braseros e inviernos.

Decidí entrar en una, no me acuerdo cuál porque mi atención se había distraído ya desde el principio. Y yo se lo permito porque me gusta verla así. El pastelero estaba terminando una de las tartas. Se disponía a coronarla con el capirote de nata final. Fue sutil, como un sencillo chin pum. Y entonces recordé aquella semana en la que mi amigo puso broche final a su vida. Había tenido un accidente en bicicleta y se había quedado fuera de sí durante un tiempo. Pero un día despertó y no se acordaba de nada. Pasó siete días en el hospital totalmente ensimismado, aunque muy tranquilo. Una semana que aprovechó para morirse a su manera. Yo le visité cada día de los siete y pude ver en sus ojos que sus cosas se fueron arreglando hasta llegar a un punto en el que consideró que era mejor morirse. Como un chin pum de nata.

La autoridad oficial del ramo, y nótese que el ramo es indiferente porque para eso somos autoridad, y no cualquiera, la oficial, tiene a bien informarle, esta jurisdicción nunca tiene a mal porque nunca es obligada, para eso es autoridad, el triste fallecimiento de su amigo. Tras varias horas de deliberación se ha decidido emplear el epíteto “triste” y el substantivo “amigo”, y esto excepcionalmente ha sido así a pesar de la condición de esta oficialidad. Se espera que dicho esfuerzo sea reconocido y, a poder ser, divulgado el mérito de esta providencia.

No obstante, le transmitimos nuestra sorpresa final por dicho eventualidad, ya que esta autoridad había concluido que la vida de su “amigo” no tuviera su fin en estas inoportunas coyunturas. Es por esto que, a pesar de que todas las desapariciones son pesarosas, la jurisdicción que suscribe está contrariada por esa actitud tan refractaria a nuestras decisiones, lo que denota cierta rebeldía no solo en el fondo, sino, y esto es lo que más nos ocupa, en esa forma tan dulce de despedida. Como un chin pum de nata cualquiera. Sirva este edicto de amonestación ante tal ligereza.

Pasear por la calle de las pastelerías es como hilvanar el hilo entre costuras. Horas antes es necesario enhebrarse decentemente, no vaya a ser que pierda uno la hebra en el zurcido. Las agujas facilitan cada puntada de tal manera que hasta pudiera uno acabar con el dedo bien remendado. Por eso reparo siempre antes de salir en elegir un buen dedal. Opté por el de lluvia porque estaba el día como para “fíate tú del toro y no corras”. El arte de coser no tiene secreto alguno puesto que uno no ha más que seguir el roto. Es la única ciencia que yo conozco en el que es preciso no perder la secuencia de un estropicio. Al parecer hay un método probado para zurcir un remiendo pero tratándose de pasteles ni siquiera alcanzo a saber en qué punto daré la primera puntada.

Los ingredientes del comienzo del pespunte suelen determinar el viaje, aunque luego la aguja se desnorta y suele emerger en cualquier lugar de la orilla del roto. Pero en este caso, la aguja ha emergido en la primera de esas siete visitas al hospital. Y fueron siete porque así lo decidió mi amigo. No quiso que fueran más porque la última le quedó preciosa. Al emerger su aguja en el séptimo pespunte miró hacia atrás para contemplar con perspectiva su remiendo más laborioso. Fue un broche final tan dulce como un chin pum de nata.

A lo largo de la humanidad el ser humano ha necesitado expresar sus motivaciones a través de recursos a su alcance. La acumulación de estas manifestaciones ha ido conformando las diversas culturas. Esa plasmación expresiva en diferentes estratos ha configurado el sedimento de la civilización actual. Y en esta que nos ocupa, se ha asumido que los domingos son días de descanso. Para todos excepto para los pasteleros. Resultando en ello que los occidentales asociamos domingo con el dulzor previo a la amargura del lunes.

¿Y por qué nuestra sociedad se decanta por el azúcar en domingo? Pues de igual manera que en la edad media los guerreros tomaban brebajes capaces de enardecer la bravura de los hombres y que en las tribus indias fumaban el Peyote para atraer buenas cosechas, pues es asumido en nuestros días que las milhojas son dignos vehículos para hacer viajar nuestra imaginación en un intento de no volver a trabajar los lunes.

Y este es precisamente el núcleo de la tesis que acaba de presentar el departamento de sociología de la Universidad de la Monería, según la cual se han detectado auténticos viajes astrales que experimentan los vecinos de esta ya afamada calle de la Cornisa durante las tardes de los domingos. Algunos de estos afortunados catadores se han organizado para sacar en procesión a la Cofradía de los Pasteleros, que portarán bajo palio el paso del San Chin Pum de Nuestra Señora de Nata. Esta figura a modo de pezón está adquiriendo una relevancia social sin igual que está transformando el paisaje urbanístico de la ciudad en un intento de adaptación de su entramado a fin de dar acogida a peregrinos de todo el planeta. No hay registros a lo largo de la humanidad que constaten nada parecido a esta delicia capaz de trasponer la conciencia de tantos trabajadores del mundo que desean fervientemente no acudir a sus trabajos el lunes siguiente. Y esto es gracias al San Chin Pum de Ntra. Sra. de Nata.

chin pum de nata

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