Blas. Un nombre agradable. Suena conciso, como un disparo. Pero qué más da cómo se llame. El nunca lo escucharía. Ni siquiera de su propia boca. A él nadie lo llama, no tiene razón de ser. Basta con colocar unas palabras delante de su mirada para que él pueda leerlas en unos labios. Es la única manera de que pueda comprender…