Blas. Un nombre agradable. Suena conciso, como un disparo. Pero qué más da cómo se llame. El nunca lo escucharía. Ni siquiera de su propia boca. A él nadie lo llama, no tiene razón de ser. Basta con colocar unas palabras delante de su mirada para que él pueda leerlas en unos labios. Es la única manera de que pueda comprender…
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Sobre el alféizar
El anterior relato titulado “Donde suceden las cosas” no podía quedarse así. Esta es su continuación. Espero que os guste.