No quisiera extenderme demasiado en contar la manera en que Daniel logró enjuagar de sus pulmones una tristeza como petróleo derramado. Porque de hacerlo, a buen seguro que acabaría pringándome del lodazal que se respiraba en aquel hospital en que despertó. Pretendía ser blanco pero las penas abrumaban tan de cerca que las paredes parecían…