Un trenzado de lo masculino y lo femenino otorgan la unidad a esta trama. La agonía física se entrelaza con la angustia de una espera rodeada de amenazas en un marco frío, embarrado y tosco.
El director, Anthony Minghella (El paciente inglés, El talento de Mr Ripley..) ha armado una historia a modo de viaje. Creo que los viajes son una interesante manera de narrar, en este caso, de amor. Llevado a lo absurdo, chica conoce chico y se enamoran, dejando el final para la sorpresa.
Pero me gusta cómo se plantea la trama. Desde el comienzo ya se atisba que el espectador va a tener que poner un poco de su parte. La película empieza in media res, en medio de una original batalla resuelta con destreza y continúa con una especie de trenzado de vivencias recordadas y actuales sobre la que iniciaremos la singladura argumental. A partir de ahí se inicia un viaje plagado de dificultades para el propio viajante y para quien le espera.
Este trenzado recoge la parte masculina y la femenina aunque el remate de la coleta se lo dejo al lector. Lo masculino lo conforman las peripecias del protagonista, que el mismo día de partir a filas deja in extremis unos apasionados besos a su amada (Nicole Kidman) como anclaje emocional y rubricando asó el contrato de futuro encuentro. En plena batalla es gravemente herido y trasladado a la enfermería pero decide que su recuperación deberá producirse durante su marcha a casa. Sin embargo, es declarado desertor dando lugar a la verdadera batalla de la película.
Y lo femenino está más logrado porque siempre esta parte es más creíble. La delicada Nicole Kidman transmite con maestría esa sensación de porcelánica fragilidad, mientras es acechada por unas amenazas que para mí constituyen lo mejor de la película. Unas fuerzas del mal representadas por la locura, la ambición y la envidia y cuyos personajes son dignos de alabanzas. El director nos muestra el tradicional vía crucis de la mujer en la historia mientras conjuga la dulce espera con la angustia que provocan los círculos que unas aves carroñeras dibujan sobre sus cabezas a lo largo de la película.
Y el final es diferente. Cuando todo parece que la película va a acabar de una manera, pues continúa con alguna peripecia inesperada, cambiando lo que parecía que iba a acontecer.
Además de una original historia, también es imprevisible, lo que acentúa la percepción. El conjunto es verosímil gracias a un vestuario que consigue que permanezcamos dentro, a una música que permanece en un segundo plano cohesionando el relato y a una fotografía sugerente.
Quizás un punto de mayor introspección a los personajes le hubiera venido bien al relato, aunque ya sabemos que es cine americano. Creo que ese matiz pudiera incrementar la percepción de esa especie de locura que experimentan las personas durante los conflictos. Creo que lo consiguió con la personalidad del perverso albino especializado en acrobáticas torturas a las víctimas de guerra, mal denominados «desertores».
Os dejo con el trailer. Espero que os guste.
