El título no hace honor a la película. Y no por que el patrón no sea bueno, eso es opinable, sino porque es engañoso y no refleja el exquisito equilibrio con el que ha dotado Fernando León de Aranoa a esta historia. Uno al leer el título ya se imagina que va a asistir a una burda burla de la figura del empresario actual y he de reconocer que a mí me costó dar el paso para ir a verla. Suena casi como «El buen pastor», esa figura que condensa los atributos no solo del cuidador sino del rebaño de ovejas pastando al que hay que vigilar y proteger. No obstante no quise dejar de comprobar cómo este gran director se las arreglaría para hablarnos de la figura del empresario en la sociedad actual. Un verdadero reto.

Lo hace a base de cierto humor, pero no cae en las caricaturas ni pantomimas. Para presentarnos a este patrón acude a las afueras de cualquier pueblo, en un polígono industrial cualquiera donde se ubica una fábrica de básculas capitaneada por un patrón obsesionado con el equilibrio. El mismo del que hace gala el director de la cinta para mantener compensada la balanza del conflicto que plantea. Ningún personaje consigue desequilibrar el signo de las emociones que surgen del nudo. Todos ellos tienen exactamente el mismo peso de humanidad que de egoísmo.

Javier Bardem, que encarna al señor patrón, realiza una actuación memorable. Tampoco ninguna escena se cae por culpa de los actores secundarios. Todo fluye sin necesidad de edulcorar la historia a base de una fotografía espectacular. Más bien es todo lo contrario porque la acción transcurre en un marco descorazonador, pues eso, industrial. Eso si, la banda sonora, a cargo de Zeltia Montes, es un acierto de esos que dotan a la cinta una sensación de que algo importante discurre tras la escena, aportando misterio y cierta comicidad.
En definitiva, se trata de un proyecto en el que podría ser demasiado fácil presentar una obra que sirviera para cargar las tintas contra el empresariado más rancio, que lo hay, a favor de quienes encarnan una de las lacras más desgraciadas de nuestro tiempo, los abusos en el trabajo y la amenaza de paro. Pero no las carga, sino que las deja caer solas lentamente para plantear el verdadero dilema en cuestión.

¿El fin, del que todos se benefician, justifica los medios?
Todos los personajes participan de este planteamiento. Y aun cuando pareciera que la película terminaría dejando esa sensación, en la escena final el director se encarga, con un sutil detalle, de volver a corregir cualquier posible desequilibrio. Para llegar a la respuesta a esta pregunta basta con analizar todos y cada uno de los fines que persigue cada uno de los personajes de esta fabulosa historia.

Finalmente ha sido elegida por la Academia española del cine para representar al cine español en la gala de los Oscar, en detrimento de “Madres paralelas”, del afamado Pedro Almodóvar, a quien creo que no le ha sentado nada bien esta decisión. Todavía no he podido verla, así que en breve podré opinar sobre cuál sería mi decisión.
