Se me acumulan las películas buenas a comentar. Sin ánimo de aburrir ni de hacer spoiler —algo en lo que soy realmente bueno— diré que es uno de esos documentales cuyos temas son muy propicios para tomar partido y convertir el producto en munición. Parece mentira pero la sociedad española comienza a ver con algo de perspectiva su peor enfermedad.
Cuando uno ve la película no parece que se trate de un hecho real. Una historia tan perfecta, con todos los ingredientes para ser un gran best seller que parece fabricada a medida para el gran público. La historia pone la lupa en una de las múltiples víctimas y no lo hace solamente para traer a colación las emociones lógicas y habituales de un asesinato —omitiremos calificativos— sino que nos enfoca un proceso sereno que intentará cambiar la química del conflicto.
Poner la lupa en una parte de la historia, en este caso del asesino, provoca que el papel de victima se traslade a lo largo de la filmación a quien aprieta el gatillo, situándolo en tierra de nadie, condenado por unos y marginado por los “suyos”. Esta es la principal fuente de emociones que pone en liza Iciar Bollaín.
El fin de este post es comentar lo que me ha parecido esta producción y huelga decir que no hablaré de política —si es que algo de política tiene un conflicto así—. Creo que el mayor pecado de algunos grandes profesionales —en todo el mundo— es querer tener voz en otros ámbitos sociales de actualidad, distintos a esa especialidad que le ha reportado su reconocimiento. Son muchos los ejemplos de grandes artistas que sin embargo cometen la torpeza de convertirse en unos mediocres o insignificantes generadores de opinión. Por eso yo, a pesar de no ser grande en nada, me limitaré a mostrar mi punto de vista sobre este estreno.
Emociones
La película comienza con el asesinato de Juan María Jáuregui (hecho real y desgraciado). Nos lo muestra al inicio. A mí como espectador no termina de conquistarme la emoción de las víctimas. Creo que la directora ha sido algo tibia en este apartado pero también creo que lo ha sido adrede. Quizás poner el foco en esta emoción hubiera restado interés y protagonismo a la emoción “objetivo”. Presenta a la viuda —genial siempre Blanca Portillo— muy dominada desde el principio por la serenidad. Reconozco que esto me chocó de inmediato, aunque es probable que al ser un hecho real, la historia reflejara eso mismo, la realidad —no lo sé—. Lo cierto es que creo que a este guión le hubiera venido bien una intensidad mayor en ciertas emociones encontradas.
Pero sí he percibido la intensidad de la emoción en el personaje del asesino —otro genio Luis Tosar— que sin duda era el objetivo de Iciar Bollain. Nos muestra el dilema ante el que se debate el verdadero protagonista de la grabación y el drama de una sociedad en la que una parte reclutó a jóvenes en beneficio de unos pocos, aprovechándose de esas etapas de la vida en la que uno se encuentra considerablemente hormonado. Es paradójico comprobar que a medida que esas hormonas dejan de tener protagonismo y lo encuentra la razón, abandonan cualquier lucha armada. Esta manipulación se viene dando a lo largo de toda la humanidad.
Me pareció algo “irreal” la última escena y es paradójico que la realidad merme credibilidad —por excesiva— a la historia.
En definitiva, creo que esta película es una magnifica oportunidad para situarnos en uno de los recovecos de un drama y desde ahí observar. Y dese el punto de vista cinematográfico, creo que lo mejor de ella es la habilidad de su directora para elegir esos puntos de vista donde cargar emocionalmente y las memorables actuaciones de Blanca Portillo y Luis Tosar. Y lo que más me llamó la atención es la calidad humana de la viuda que, sin embargo, resta credibilidad a la historia —síntoma de lo poco habitual de esta grandeza—.
Y por último, cabe destacar que el proceso mismo de creación de este rodaje ha debido suponer un hecho insólito —tal y como reconoce la propia Blanca Portillo— por cuanto se han recreado las vivencias de una persona real y viva, que ha permanecido al lado de la filmación para velar por su veracidad. Da la sensación de que este filme ha sido como una delicada intervención para desinfectar y cerrar una herida sin puntos. Otra cosa es la cicatriz que deje.

Película de sensibilidad extrema y bellísima factura.
Así pienso yo también. Una sensibilidad acorde a la persona que inspiró la película. Gracias Margharetta