A todo el mundo nos gusta, por lo general, hablar de crecimiento. A menudo nos sorprendemos, o no, hablando de nuestros logros y avances en un campo. Aunque no todo lo que crece lo hace en la dirección adecuada. Un quiste en un ser vivo es una protuberancia anómala fruto de unas células malignas, o no, que se desarrollan inarmónicamente. Por ejemplo, esa persona que celebra con risas la desgracia ajena o incluso una borrachera propia. Pero percibo que una gran corriente social comienza a detestar escuchar a alguien hablar de crecimiento personal. Cierto es que no siempre se hace de manera acertada y que incluso puede llegar a generar mucha frustración,
Por eso me gusta decir que para fomentar un crecimiento personal, tanto propio como ajeno, lo mejor es escuchar, no tanto hablar.
Pero, ¿por qué esa tendencia a denostar el crecimiento personal?
Soy coach. Comencé hace diez años por casualidad. Y digo bien, por carambola, porque no pretendía realizar ninguna formación similar. Sin embargo, cuando comencé a escuchar todo lo que allí se decía, me quedé perplejo. Aquello sobre lo que se disertaba era lo que había echado en falta durante tanto tiempo. Era una herramienta que había permanecido oculta sin saber muy bien por qué. Y no me explicaba cómo era tan desconocida. Desde entonces me he formado en varias áreas complementarias que no vienen a cuento ahora, me he certificado, he leído todo lo que ha caído en mis manos, tanto autores clásicos como modernos, buenos y malos. Y después de todo este periplo puedo decir que lo más desacertado son los «nombres», las etiquetas empleadas, el lenguaje.
Crecimiento; ¿por qué no evolución, aprendizaje o superación? Es verdad que no siempre se supera uno y tampoco creo que sea conveniente en todos los casos. ¿Hacia dónde? ¿hacia el éxito? Un éxito, ¿según San quién?. Desarrollo me gusta, pero ¿personal? Este tipo de crecimiento es más social y colectivo que personal. Y si es así, lo es porque necesita pasar por uno mismo aunque el objetivo no sea la propia persona, sino su entorno. Es este el indicador de un buen crecimiento.
El principal beneficiario de este pagaré es el entorno y, por ende, la sociedad.
Es posible que no quieras saber nada a cerca de tus emociones porque cada vez que lo haces sientes que todo se remueve y retrocedes casillas; sin embargo, te aseguro que tus hijos, tu pareja, tu familia y los amigos y compañeros de trabajo lo agradecerán infinito y tu rol cambiará. La inteligencia emocional debería ser una de las asignaturas indiscutibles en los colegios. Si esto fuera así, en una generación se resolverían numerosas patologías de la sociedad y redundaría en primera lugar en un importante ahorro en costes sociales.
Llegado ese momento seremos «solventes» desde un punto de vista social, financiero, físico, con interposición de objetivos de calidad, sostenibles y ecológicos (en cuanto a no avasallar a quienes no los comparten) y motivadores.
La sociedad actual, no hablo de la española solamente, sufre un aumento drástico de la tasa de suicidios. En España, esta tasa duplica a la de muertes por accidentes de tráfico. El colectivo que más protagonismo adquiere en esta triste noticia es el de los jóvenes.
Este dato no trasciende porque se oculta, pero refleja ese «tumor» social inarmónico que habría que extirpar. Y solo hay una manera, a través del crecimiento personal.

Efectivamente el “desarrollo personal” y también el espiritual (conexión consciente con el alma) habría de ofrecerse en las escuelas como una asignatura de las más importantes. Ya que ni las matemáticas, ni la literatura, ni la historia salvan a una vida de la oscuridad en la que puede encontrarse un ser humano cuando pierde su “sentido de vida” por desconexión de su espíritu.
No hay nada más triste que ver como las posibilidades de florecer se esfuman porque no se encuentra tierra fértil donde enraizarse. Ni agua emocional sana para saciar la sed de Ser, ni abono de sustrato amoroso con el que alimentar el corazón de la vida, ni mente madura que halla ido un paso más allá del ego biográfico.
Es de “urgencia” una humanidad con madurez real para ser padres de un nuevo ser humano conectado con su esencia y respetando la naturaleza de la vida en conexión con todas las energías del universo. Un ser humano por venir pero, que no podrá llegar hasta que una parte de la humanidad tomemos consciencia.
¡Mantengo viva la esperanza!
Al tiempo que aportó mi gotita de esencia…
Muchas gracias por tu amplia reflexión Jose Luís, sigamos haciendo camino, se hace camino al andar…
Completamente de acuerdo Leonor. Lo has descrito a la perfección. Como bien dices, perder el sentido de la vida te adentra en una oscuridad vital. Y por eso hay que enseñar que estas situaciones ocurren habitualmente y se pueden gestionar con eficacia. Como siempre, delicioso leerte Leonor. Caminamos!
Siempre he pensado que la empatía y la inteligencia emocional eran cualidades de los afortunados en poseerlas. La idea de que se pueden aprender y desarrollar como una asignatura me reconforta. Por otro lado, la corriente nos empuja al individualismo y al hermetismo, y no se favorecen otras formas de «ser». Será que no interesa una sociedad macro-organismo unido, mentalmente fuerte, generoso? Queda alguna esperanza en llegar a ser «Humanidad»?
Hay países que sí son más responsables en ese sentido. Supongo yo que será cuestión de madurez. Pero lo cierto, tal y como dices, es que se puede aprender y todos aquellos que se mofan de quienes hacen el esfuerzo en aprenderlo y ejercitarlo verían desmontada su conducta en el primer minuto de formación. Porque se trata de “LA” herramienta.
Estoy de acuerdo, es y a asignatura fundamental, y un tema de responsabilidad civil. Ayuda al buen funcionamiento de todo el engranaje. Gracias por aportarme esta visión tan original y que me servirá como otro argumento hacia los detractores.
Buena metáfora la del engranaje. Y si alguna de las cuñas no encaja la maquinaria termina desencajando. Gracias como siempre Irene!!