Icono del sitio José Luis Serrano

Miedo a perder, el gran aliado.

La sociedad aprieta el acelerador de la digitalización y lo hace al mismo ritmo que crece la desglobalización. Quién lo iba a decir. Ya son muchos quienes están al tanto de que este proceso no genere excesivos beneficios a unos pocos, sino que se genere el dividendo digital. Los beneficios de este proceso no deben ir destinados solo a que el poderoso ejerza más control sobre el necesitado, sino que debe ponerlo a su disposición para que no se generen desequilibrios. Del reparto de valor al accionista al reparto para todos los agentes implicados.

Ayer asistí a una charla con Felipe Gonzalez y nos dejó su opinión sobre muchas cosas, pero dejó claro que los cambios se aceleran y alertó de que en esta crisis se incrementarán las propuestas populistas (ojo entre todos). Gracias por aportar su interesante perspectiva. Hoy he podido también escuchar al siempre interesante Marc Vidal, economista que aporta datos concretos capaces de aterrizar el proceso de digitalización y nos deja siempre las claves sobre qué y cómo vienen las cosas.

Y todos ellos informan de que estamos ante un reset y como todos los grandes cambios, suponen una gran oportunidad para mejorar. Los cambios duelen  y por eso se posponen, pero cuando surgen aparecen imponderables. Son momentos para expertos de verdad de los que no se presentan a las elecciones y entretienen a los votantes con discursos engañosos. El talento para capitanear este proceso escasea pero debemos detectarlo y pedirles que nos aporten una nueva visión, que genere ilusión por elegir ese nuevo traje y zapatos para la fiesta que se presenta. Y el traje debe tener ciertas hechuras, como son la inteligencia artificial, la ciencia. Aunque por el momento, lo primero es el optimismo para ayudar a los que más lo necesitan y para agradecer a los soldados de esta guerra (sanitarios, fuerzas del orden, empleados de limpieza, bancarios, reponedores de alimentación, etc) como lo hacen muchos empresarios y grandes personas como nuestro más internacional chef, José Andrés.

Es cierto que las viejas estructuras mueren. Pero la vida no se queda ahí, sino que alienta la generación de nuevas estructuras. El día que se quemó la Catedral de Notre Dame escribí un post inquieto por una intuición. Además coincidió con el fallecimiento de un ser querido. Era todo muy simbólico y pensé que el derrumbamiento de aquella torre formaba parte de algo más trascendente. Un año más tarde, ayer mismo sonaban las campanas de la torre reconstruida y fue una noticia que consiguió transmitirme ese optimismo que llega en forma de rebeldía y curiosidad por querer saber y participar. Esa es la vida, un ciclo infinito entre nacimiento y muerte, pero no necesariamente de una parte, porque lo que nace y lo que muere no es algo individual, sino que forma parte de un todo. Aquella noticia del derrumbamiento de la torre de Notre Dame fue muy sonada y quedó en la retina y en la memoria de las personas. Fueron secuencias que impactaron mucho más que el alcance que genera la vuelta a la normalidad. Y es que la emoción que acompañó a aquel incendio fue la del miedo, ese poderoso vehículo capaz de alimentar cualquier incendio. La ilusión, sin embargo, es menos vistosa, pero hay que celebrarla con mayor intensidad.

Algunos lectores me han sugerido que escriba algo que pueda ayudarles a sobrellevar las pérdidas sufridas en esta pandemia. Me acuerdo entonces de Elisabeth Kübler Ross, una prestigiosa psiquiatra suiza-estadounidense, especializada en el tratamiento de personas en su última fase de vida. Entre muchas cosas, decía que debemos afrontar el dolor con madurez, porque desarrolla la compasión, que es un sentimiento noble, muy relacionado con el amor y la comprensión. El miedo a perder nace del ego, por apegos personales a lo que se tiene, pero nuestra esencia no es lo que tenemos sino lo que somos. Y nunca dejamos de ser. Cuando aprendes con humildad, el dolor desaparece. Es verdad que surge un sentimiento de haber dejado inacabado algo, con conversaciones pendientes, con sentimientos no expresados, con los perdones no pedidos o aceptados, con aquellos riesgos no tomados y con la falta de tiempo para no estar con quienes queremos. Si la vida es una escuela, la muerte es quizás la parte más importante de nuestro curriculum. Solo cuando comprendemos que tenemos un tiempo limitado, empieza nuestra aventura. Por eso, no esperes a echar una nueva mirada al océano, al cielo, a las estrellas o  a un ser querido. Estate a su lado ahora, porque es precisamente a los más queridos a quienes más condiciones les imponemos.

Y para terminar, acabo de asistir a una interesante ponencia para escuchar al autor del libro SOLO del surfista Alvaro Vizcaino. Y ha comentado muchas cosas muy relacionadas con la pérdida de seres queridos. Habla de la utilidad de la rendición, como vehículo para aceptar y asumir la nueva realidad. A él le vino bien cuando estaba a punto de morir ahogado. Intentó resistirse poniendo a su cuerpo al límite y sin embargo cuando se rindió, surgió algo mágico.  Cuando aceptas empieza la supervivencia. El secreto del surfing radica en ser adaptativo porque no sabes por dónde romperá la ola que te introducirá en lo que llama «la lavadora».

Cuando una fuerza arrasa, la única oportunidad de sobrevivir es aceptar, rendirse.

Cuando el miedo irrumpe y no cesa, acabas por extenuar y terminas rindiéndote. Surge la descompresión porque te abres a la certeza de que hay mucho mas que no sabes y renuncias a la respuesta inmediata. Entonces entras en una nueva realidad, de apariencia inhóspita. El templo de Apolo en Delphos, donde todos acudían para conocer el futuro, reza en su entrada «Si quieres conocer tu futuro conócete a ti mismo». No gastes energía, solo acepta porque por muy amenazante que sea el entorno, hay posibilidades. Cuando uno se asoma a lo que hay dentro, vemos nuestra oportunidad en forma de recursos para adaptarnos. Y solo surge esa fuerza cuando hay cambios, por tanto, bienvenidos esos cambios porque son fuente de vida. Cree en dos fuentes de  motivación muy poderosas, el amor y el miedo. El miedo alerta y es curioso y el amor es aceptación pura. El verdadero beneficio está en unirlos, para amar el miedo, aceptando y evolucionando. El miedo en definitiva es un importante motor.

Las campanas de la ilusión terminarán repicando de nuevo, como al protagonista de esta aventura.

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