¿Dónde estaremos en seis meses, en un año, en 10 años? Es inimaginable. Teniendo en cuenta que hace solo un mes no podíamos imaginar esta situación de confinamiento, pues probablemente no acertaremos en nuestro escrutinio. Si imaginamos la situación, enseguida nos vienen fervientes reclamaciones al gobierno para que lo haga bien, para que nuestras empresas sean éticas y solventes, para que el coronavirus nos respete, etc. Sin embargo, tengo la intuición de que estaremos todo lo bien que nuestras mentes nos permitan.
Imaginemos cómo nos gustaría que fuera nuestro futuro en seis meses. Imaginémoslo sin complejos ni limitaciones. ¿Dónde vivirías, a qué te dedicarías…? Quizás esta situación no está tan lejos como creemos, pero hay que reconocer que no es fácil llegar a ese destino. Muchas de las personas que admiro viven de manera sencilla y disfrutan de lo que hacen a su manera. Muchos de nosotros no nos sentimos desgraciados pero quizás sí cambiaríamos alguna cosa que otra. A veces me pregunto cuál es la diferencia entre ellos y yo. No creo que haya demasiadas diferencias materiales y entonces pienso que existe una especie de velo entre ambas situaciones.
Pero al hilo de esto, tengo una ligera sospecha que contaré aquí. Creo que la vida se va conformando por los sedimentos que se desprenden de nuestras vivencias y que van acumulándose en capas que se superponen unas a las otras. Son como esos frascos que venden en la playa en los que se ven unos dibujos formados por capas de polvo de colores. Pues creo que cada experiencia vivida desprende sedimentos de colores que se van acumulando hasta conformar el dibujo de nuestra vida.
Supongo que el dibujo del tarro de mi vida estará a medias o es posible que no lo vea desde mi distancia y tenga que adquirir algo de perspectiva para apreciarlo. Posiblemente me sorprendería o quizás me decepcionaría, no lo sé muy bien. Algo de bueno tiene este confinamiento y es que me esta ayudando a tomar conciencia de esto mismo. Quizás el sedimento que se esté conformando durante estas fechas resulte algo oscuro o neutro, pero me doy cuenta de que está en mi mano cambiar el colorido de mi dibujo.
Escarbando un poco en estos últimos oscuros granos, aprecio colores. Hace unas semanas quedé con mi compi para hacer uno de mis entrenamientos en bicicleta. Era un día más de tantos en los que solemos recorrer el entorno de la ciudad. Uno de esos días en los que te levantas corriendo, preparas todo a toda prisa y te montas en la bicicleta con un amigo todavía sin descubrir. A medida que fuimos pedaleando por carreteras rurales, el polvo mágico iba cubriendo nuestro camino sin darnos cuenta. Pasamos por veredas verdes que se perdían justo antes de que el cielo levantara un telón impecable. El sol permanecía todavía cerca del horizonte y amainaba el frescor del viento que escurría por nuestros rostros.
Nos habíamos adentrado en un terreno diferente sin darnos cuenta. Desde el principio la conversación empujaba las puertas de un terreno fértil hasta dejarlas de par en par. Los olivos nos inspiraron a hablar de energía, los campos de trigo sugirieron hacerlo sobre bondad, las montañas del fondo presentaron la opción de la felicidad y así fuimos pasando pueblos y parajes. Lo único que recuerdo son colores, olores y sensaciones de plenitud. No éramos conscientes de que estábamos siendo empapados por un fina lluvia de polvo sutil que dibujaría una alfombra maravillosa sobre ese tarro de nuestras existencias.
No acierto a apreciar las razones de la percepción de aquel entrenamiento, solo las intuyo. La intuición es un factor de producción mucho más importante del que creemos, porque es el puente entre la mente consciente y subconsciente. Cuando uno está relajado el canal que separa ambas mentes se ensancha y el poderoso subconsciente nos muestra su gran caudal. Todos aquellos aromas, paisajes y sensaciones fueron entrando al subconsciente directamente, impregnándolo todo del color de la sabiduría.
Fue un día fértil en el que germinaron ciertas intuiciones y ninguna de ellas nos hizo presagiar este periodo, que está sirviendo precisamente para apreciar que el polvo sutil puede hoy estar cayendo sobre nosotros sin darnos cuenta. Basta con prestar atención.