Hola. Durante estos días me ha dado tiempo a terminar mi última novela. Sé que quedan días, semanas o meses de repasos y correcciones pero el primer trabajo ya está hecho. Comparto con vosotros un fragmento del comienzo. Espero que os guste y que os animéis a comentar lo que os sugiera. Sin crueldades, eh…
«Burgalia, (Febrero de 1.947)
El enebro es misterioso. Puede llegar a ser un árbol majestuoso, pero no se deja cuidar. Desconfía del hombre. Alrededor de la cabaña hay medio centenar de ellos, pero solo uno ha despuntado. Es un esplendoroso ejemplar de cuatro metros de altura y unos ocho de cuerda, de porte llorón y cuajado de bayas moradas y encarnadas. Su espesura lo convierte en inexpugnable para los conejos. Solo las culebras son capaces de penetrar en esa hosca maraña de alfileres.
A unos metros hay un pequeño corral con dos capones que se encubren dentro de una caja de vieja madera. Su instinto les persuade de cualquier holgorio nocturno, no fuera a ser que algún zorro estuviera hocicando cerca.
No muy lejos, a unos cientos de metros, corre un caño que parece brotar de la roca hacia el sur. En las inmediaciones se oyen zumayas y chotacabras anegando el silencio de las noches con sus canturreos y arrullos, en busca de algún roedor o culebrilla. El alboroto de la ventisca eclipsa el inasequible rumor del agua. Todo el paraje permanece quieto, salvo la afilada ventisca y el discurrir del caño. La luna y sus sombras se deslizan con nocturnidad. La noche es tan clara como heladora. La cabaña no tiene ventanas, ni chimenea, aunque sí multitud de hendiduras por las que se cuela el viento.
De repente, una parte de las tablas se abrió y alguien salió de la cabaña. Era un cúmulo de ropajes que se alejó encorvado unos metros. Se paró y pareció orinar. Tras aliviarse, corrió aprisa a resguardarse y cerró la puerta a trompicones, asegurándose de que las tablas quedaran lo más juntas posible.
Ya dentro, cogió de un rincón una vara corta y azuzó las ascuas de un caldero de hojalata. Los dedos de sus manos asomaban tras unos vendajes. Las brasas cobraron entonces un color naranja intenso y aprovechó para recostarse de nuevo lo más pegado posible a su acompañante. Descansaban como dos petates de ropajes sucios, pegados al pequeño caldero de brasas.
La habitación era un pequeño habitáculo a base de restos de madera superpuestos. Unas atadas y otras remachadas con clavos. Había demasiadas rendijas por las que se colaba el viento. Las del techo dejaban entrever el cielo negro durante la noche y dejaban traspasar el viento formando remolinos en su interior. En el rincón donde yacían, habían colocado unos cartones entre el suelo y la pared para atenuar aquellas corrientes. Junto a la pared de enfrente, había un cajón de madera vieja con restos de pan y dos cuencos vacíos. Sobre el suelo, otro caldero abollado contenía un hato grueso por el que asomaban otros mendrugos de pan duro y una jarra de barro con algo de agua.
Todavía no era noche cerrada, pero en unas horas, la única luz que habría sería la tenue claridad de las ascuas y de la luna llena tras las hendiduras plateadas. El viento silbaba entre las tablas y de vez en cuando, algún arbusto o rama seca chocaba contra las paredes de la cabaña, sobresaltando la monotonía de aquel trance.
Las ascuas hacían vibrar la luz del brasero y atenuaba la oscuridad. El aroma de unas brasas olvidadas y de alguna patata recién asada permanecían en el ambiente mientras dormían abrazados en torno al brasero, como hacen los girasoles hacia el sol.
De repente, varios golpes secos hicieron retumbar los maderos. Levantaron sus cabezas y se miraron inmóviles durante unos segundos. Ella se dio la vuelta sobre el camastro y se agarró con fuerza a él. Fueron golpes desapacibles e insistentes, como si alguien hubiese aporreado las tablas de la cabaña. Quedaron aturdidos, pero enseguida uno de ellos se incorporó y se apresuró a coger una estaca apoyada sobre el rincón más cercano, al tiempo que sacó una navaja de su faja. Tras unos segundos de silencio y parálisis, otros tres golpes retumbaron en el interior.
El viento pareció amainar de repente y el frío se torno fugazmente en sofoco. La pareja continuaba desorientada, como si aquel hálito de silencio pudiera resolver el peligro. Se agazaparon contra la pared de enfrente de la puerta, como un par de bultos con ojos brillantes, en espera de algún desenlace. El traqueteo del viento había ensordecido el revoloteo de los capones asustados.
— ¡¡Roman!! ¡¡Constanza!!! Abridme por favor. No tenéis nada que temer.
Sus miradas se cruzaron tan ansiosas como sus jadeos tras escuchar aquel acento tan peculiar. Ella se estremeció aún más y pegó su espalda a la pared, buscando escapar.
–Abrid chicos, de verdad no tenéis nada que temer. Sé por lo que habéis pasado y estoy aquí para ayudaros. No tengáis miedo, por favor. Abrid.
El joven se incorporó con la estaca en la mano y se situó frente a la puerta, encorvado.
—¿Qué quieres? Preguntó zarandeando la estaca al aire con las dos manos. ¿qué buscas? No tenemos nada. Aquí no hay nada que te pueda interesar. Más vale que sigas tu camino.
— Estoy en mi camino, amigo. Esta es una de mis paradas. Y vosotros sois lo que busco. Ábreme amigo. Solo quiero ayudaros. -Los jóvenes se volvieron a mirar extrañados al escuchar aquel acento-.
— No necesitamos ayuda de nadie. –Gritó negando con la cabeza-.
— Ábreme Roman, solo quiero ayudar, créeme. Me hago cargo de vuestra situación. Vengo desde muy lejos solo para ayudar. “¡Искам да помогна, братя!”, (traducción: quiero ayudar, hermanos).
De nuevo, sus miradas confluyeron interrogantes. Tras unos segundos, él avanzó hacia la puerta y separó con torpeza las tablas de la puerta, retrocediendo rápido sobre sus pasos y sin soltar la estaca. La puerta quedó abierta, dejando entrever la silueta de un hombre más bien pequeño, con gorra, una bolsa en una mano y una vara en la otra.»
(Fragmento de la novela «La cuarta semilla» de José Luis Serrano Cebrián.)
Entretenido, lo leeré. Gracias Jose Luís.
Gracias Lans!! Ojalá te entretenga hasta el final. La comentaremos 😉
Me mantuvo atenta de principio a fin, ¡quiero saber que hay a continuación!
Pues le sigue el curso de una vida cargada de sacrificios hasta conseguir crear el motivo de una existencia, aunque dejando en el camino otras cosas sin las cuales quizás no merecieran la pena dicho esfuerzo. 😉. Gracias por tu comentario 😊
👍👍