La mitad del planeta se encuentra inmerso en un proceso que podemos denominar confinamiento, crecimiento, abatimiento, aburrimiento o como cada uno decida. Fuera, suceden muchos acontecimientos que contribuyen a aumentar la incertidumbre. Pero algo está claro; una parte importante de todo esto está bajo nuestro control. Victor E. Frankl (1905-1997) escribió uno de los libros más interesantes que se han escrito –El hombre en busca del sentido (1946)- y lo hizo desde la experiencia. Una de sus reflexiones más interesantes ha sido condensada en la siguiente frase:
Todo se puede tomar de un hombre excepto una cosa, la actitud.
Somos en esencia personas libres. Nosotros decidimos cómo tomarnos los acontecimientos y de ello depende la calidad de nuestra vida y al de nuestro entorno. La libertad afecta directamente a la autoestima y por ende a la felicidad. Habrá intentos de coartar la libertad en aras a ganar un mayor control y «seguridad» de los ciudadanos. Habría que permanecer atentos a pequeños detalles que entran por la puerta de atrás pero que se van acumulando hasta que dejamos de tener capacidad de respuesta. Este es un virus global que está afectando a numerosos países y cada uno ha gestionado a su manera. En este artículo se pueden observar algunas diferencias en cuanto a la manera gestionar crisis cómo estás, sobre todo en lo concerniente a la libertad.
Y precisamente desde esa libertad elijo hablar hoy de la felicidad. Sí, lo sé, es un riesgo de parecer ingenuo. Es una paradoja porque aun siendo un concepto trascendental para el ser humano, es verdad que está muy denostado, principalmente porque se suele tratar como si fuera un «crecepelos». Se hará lo posible por contribuir a lo contrario, a dignificarlo como se merece. Creo además que no me perdonaría nunca haber tenido la oportunidad de indagar sobre la felicidad y no haberlo hecho por algún tipo de temor.
Os presento el World Happiness Report 2020. Se trata de un informe que elabora cada año la ONU y que precisamente este mes de marzo del 2020 había previsto celebrar el día Internacional de la Felicidad en Madrid, pero que a consecuencia del #covid19 se ha decidido celebrar por internet. Por tercer año consecutivo, el país más feliz del planeta es oficialmente Finlandia. La ONU otorga este galardón tras analizar diversas variables como el PIB, las ayudas sociales, las libertades y los niveles de corrupción. Hay que decir que España sigue subiendo con cierta constancia, pasando en los últimos años del puesto 38 al 28. No vamos mal, aunque tenemos cierto margen de mejora.
Sin embargo, a nivel individual, los expertos indican que influyen otro tipo de factores. Hablan de los objetivos de cada persona como factor determinante para alcanzar un estado feliz. Y es que determinan la dirección del camino. Es decir la trazabilidad de ese sendero hacia los objetivos sería un buen marcador de felicidad. Pero esos objetivos parciales estarían configurados en función de un propósito último de vida. Aparecen conceptos interesantes y profundos como objetivos o propósito. Los desgranaré:
El propósito surge de una pregunta. Suele ser habitual que nos preguntemos el por qué de las cosas, tratando de encontrar un razonamiento que justifique cada conducta. Sin embargo, el propósito resultaría de plantearse un para qué. La respuesta a esta pregunta marcaría la naturaleza de esos objetivos hacia los que nos dirigimos. El propósito actúa como una brújula, como la inspiración diaria para mantener la motivación y el foco necesario para ser más efectivos. Sonja Lubomyrski es una referencia en asuntos de felicidad a nivel mundial y concluye que los objetivos deben cumplir seis requisitos para que sean efectivos: deben ser intrínsecos, auténticos, de aproximación, armónicos, flexibles, adecuados y de actividad. Aconsejo su lectura en este artículo de El Pais para que podáis contrastar si los vuestros cumplen esos requisitos.
Otro referente en cuestiones de felicidad es la presidenta del Instituto mundial de la Felicidad, Margarita Alvarez, una de las mujeres más influyentes de nuestro país. Es buena señal que expertos en esta materia marquen el destino de países como el nuestro.
El Dr. Yamamoto indica que la felicidad no es un objetivo en sí mismo sino una aceptación, una forma de ver la vida. Comulgo mucho con esta visión y deja en manos de todos la posibilidad de adaptarnos de una manera sencilla y rápida mientras se avanzan hacia los objetivos. En estos días he oido varias veces aquello de: «éramos felices y no lo sabíamos». De esta frase se desprende la dificultad de alcanzar ese estado de aceptación de lo que se tiene, por motivo de salir al paso constantemente situaciones que amenazan real o ficticiamente nuestras cabezas. Podríamos decir que la felicidad es escurridiza porque se escapa cuando la buscas, porque aumenta el deseo y eso genera ansiedad. Solo permanece entre los dedos cuando aceptas y surge la adaptación a la realidad.
El reto en estos tiempos que corren sería vencer al virus y algo mucho más difícil, vencernos a nosotros mismos, mediante esa aceptación del Dr. Yamamoto. Estos días respiro aliviado al comprobar la cantidad de eventos que tenía previstos en las próximas fechas y me alegra tener esta oportunidad para adquirir presencia y encontrar espacios para adaptarme en lugar de dedicarme a acaparar actividades que, muchas de ellas, surgen sin conocer el auténtico «para qué». Es buen momento para desbrozar y abonar la planta.
Y en el blog del gran Juan Carlos Cubeiro siempre se encuentran perlas maravillosas, como esta que se refiere a San Agustín:
“En el corazón soy lo que soy”
Un hombre de altura convertido a los 32 años, que pasó de golfo a hombre de estado y asistente de obispo, autor de frases tan maravillosas como “en el corazón soy lo que soy”. o “Necesitamos de nosotros para ser nosotros”.
Esta parte nos aporta mucha información práctica. Christopher Wildeman, Kristin Turney y Jason Schnittker estudiaron las consecuencias para la felicidad de estar presos (Journal of Criminal Law and Criminology, invierno de 2014). Mientras las personas están confinadas, el punto fijo (set point) de Felicidad baja; tan pronto como son liberadas, vuelven al punto de Felicidad anterior.

En 2005, Fujita y Ed Diene crearon el concepto de punto fijo de la felicidad, en base al cual, un nivel bajo de dicho punto marcaría una probabilidad mayor de experimentar tristeza o depresión y cuantifica en un 40 % la parte de la felicidad que está en nuestras manos, bajo nuestro control. Con un empujoncito, cruzamos el umbral del aprobado.
Tal Ben-Shahar, 2006, enumera una serie de trucos para elevar a voluntad nuestro nivel de Felicidad:
- Darnos permiso para ser realmente humanos, aceptando nuestras emociones.
- Simplificar nuestra vida
- Encontrar placer y significado, Perseguir nuestros sueños y no los que nos imponen.
- Centrarnos en ser positivos y agradecidos, y ponerlo por escrito.
- Dedicar esfuerzo consciente a las personas que más queremos.
- Practicar la conexión cuerpo-mente a través de la meditación, la respiración y el ejercicio físico.
La fuente de estos últimos datos es una que aparece no agotarse nunca, la de Juan Carlos Cubeiro, a quien agradezco su capacidad didáctica y admiro.
Os dejo con otra secuencia histórica que también viene al pelo. Y es que cuando uno se carga de razones es muy difícil que ningún obstáculo le impida ser feliz. «Singing in the rain» dirigida por Stanley Donen y Gene Kelly y bailada por este último, es una película estadounidense (1945).