Icono del sitio José Luis Serrano

La felicidad pesa muy poco. ¡Me la llevo!

La felicidad depende de nosotros, pero es muy escurridiza. (Aristóteles)

Ayer descubrí que el propósito oculto de la cadena de tiendas Mediamarkt es velar por la felicidad de sus clientes, así que decidí recoger el guante tan gentilmente lanzado y escribir estas líneas.

Todo parte de la siempre presunta realidad. Quien se toma como dogma lo que percibe como real tiene muchas papeletas para caer en la frustración. Francisco Mora (@morateruel) dice que la realidad son creencias inconscientes del cerebro que terminamos convirtiendo en conscientes para proyectarlas al mundo. Por eso es tan importante discernir entre creencias y evidencias. A este respecto es muy recomendable el libro «Felicidad flexible» de Jenny Moix.

Nuestros esquemas cognitivos son suposiciones silenciosas, creencias que:

Para Albert Ellis, las creencias autolimitantes son la base de la infelicidad y el sufrimiento humano y determinan nuestra forma de ser ante el mundo. Contrariamente a lo que nos podemos creer, las creencias no están basadas en evidencias irrefutables y se convierten en la base de nuestra vida. Si estas creencias son racionales, conducen a conductas de autoayuda y las irracionales proporcionan conductas destructivas.

Así, tal y como indica J.A.Marina, un niño a quien se le ha inoculado el odio, tal y como ocurre en determinados ámbitos educativos, sufrirá desajustes considerables a lo largo de toda su vida. Cuando las falsas creencias se mantienen a ultranza, el ser humano es capaz de morir por ellas (Rubia 2.010). Estas creencias generarían esquemas disfuncionales que son la clave de las malas relaciones sociales y se hace visible en las etapas posteriores de la vida.

Las malas relaciones sociales conllevan a conflictos, que son una guerra de esquemas. Aquello que más nos distingue radica en nuestras creencias y valores como personas.

 "El ser humano es lo que la educación hace de él" (Fco. Mora).

Somos seres culturales y la cultura modela nuestro cerebro. Ese es el poder del colectivo, que genera un desarrollo del ser humano y condiciona nuestra genética y personalidad. El efecto de una cultura enferma pudiera parecer más inofensivo que una simple lesión cerebral, sin embargo es muy poderoso. Son numerosos, desgraciadamente, los ejemplos de civilizaciones que han caído en conductas que, a priori, parecerían impensables en sociedades avanzadas (Alemania, Rusia, China, España…), predominando la cultura sobre la maquinaria de la razón.

Pero, ¿qué alberga la personalidad? Son un conjunto de características y cualidades en el que se dan cita vertientes morfológicas, fisiológicas, psicológicas, sociales y culturales (Rojas). No obstante, aunque la biología y la cultura determinen nuestro razonamiento, a los humanos nos queda siempre un espacio de libertad a través del cual desear y realizar acciones a contrapelo de la sociedad. Algunos logros sublimes provienen de algún sentimiento de rebeldía que deriva en grandes acciones.

Es en las edades más jóvenes cuando se conforman la gran mayoría de los esquemas cognitivos que dan lugar a distorsiones. En edades tempranas, el niño no tiene la madurez y el raciocinio suficiente como para discernir entre lo que puede ser verdad o mentira y por tanto, asume todo como un dogma, que se graba a fuego en su memoria biográfica y genera patrones de conducta a lo largo de su vida. Así, en edad adulta, se activan los pilotos automáticos de conductas a base de coordenadas generadas en su infancia capaces de anular la inteligencia cognitiva. Esto puede generar dependencias emocionales, que no son más que distorsiones cognitivas asociadas con la figura del cuidador en edad temprana. O las manías, creencias falsas basadas en inferencias incorrectas que se sostienen con firmeza irracional a pesar de evidencias lógicas de lo erróneo de su naturaleza.

Sin embargo, no estamos sentenciados. Podemos cambiar a base de integrar nuevos conocimientos que generen nuevas representaciones disposicionales que determinen nuevas pautas de actividad neuronal. Sí estaríamos sentenciados si claudicáramos ante la ignorancia supina. Desde la oscuridad de la ignorancia no es posible ver las vías de superación.

Resumiendo, podemos decir que los esquemas mentales disfuncionales producidos por falsas creencias en edad temprana producen distorsiones cognitivas o razonamientos erróneos acerca de la realidad objetiva que, a su vez, derivan en pensamientos automáticos desadaptativos generando trastornos emocionales.

Una vez más, quien cambia el pensamiento, cambia su destino. Un pensamiento sereno y conformado a base de evidencias irrefutables evitarían el desencadenamiento de una gran parte de las emociones negativas. Como ejemplo, el narcisismo es un caso de distorsión referido a contenidos positivos. El protagonista sería incapaz de observar atributos evidentes y objetivos en favor de una imagen generada por los mecanismos de esquemas cognitivos disfuncionales.

Hay muchas distorsiones cognitivas, entre las que podemos citar el etiquetado, visión catastrofista de las cosas, descalificación de lo positivo, personalización de lo negativo, lectura e interpretación del pensamiento ajeno y un largo etcétera.

Hay una íntima relación de las creencias irracionales con la infelicidad. Albert Ellis aporta un enfoque humanístico y filosófico determinante, bajo la forma de la Terapia Racional Emotivo Conductual (TREC). Basa su razonamiento en que el pensamiento irracional es la base de la perturbación emocional y el sufrimiento. La persona escoge convertirse en neurótica y poco realista y decide creerse una película sin fundamentos que da origen a conductas sin sentido. La TREC procura un cambio filosófico profundo en el paciente que afecte a sus emociones. A través de la sabiduría (filosofía=amante de la sabiduría) se lleva a la persona a otro lugar desde el que comenzar otro tipo de pensamiento más racional o científico.

A través del debate filosófico, Albert Ellis propone cambiar las creencias, utilizando tres reglas:

  1. Descubrir la creencia irracional preponderante y que interfiere negativamente en el logro de sus metas.
  2. Averiguar cuál es la inferencia o conclusión que produce dicha creencia en el pensamiento del individuo.
  3. Emplear un análisis científico, a través de cuestionamientos tales como ¿es realista ese pensamiento, es lógico, rígido, etc.?

Rigidez mental versus flexibilidad cognitiva.

Ambas dependen de la actividad funcional en el sustrato neuronal de la corteza dorso lateral. Hay muchas personas que tienen una gran rigidez cognitiva y sin embargo se encuentran neurológicamente sanos. Es la representación mental que integraron en su día la que hace que ese sustrato neuronal no haya alcanzado la capacidad funcional necesaria.

Cuando una persona es inflexible cognitívamente, tiene limitadas sus funciones ejecutivas y por tanto, grandes dificultades para seleccionar sus objetivos y alcanzar sus metas. Su umbral de discernimiento está bajo mínimos y la infelicidad está garantizada.

«Solo si logras ser flexible contigo mismo y con los demás, alcanzarás la plenitud. La flexibilidad es la capacidad para la felicidad y la liberación de tus rígidos esquemas mentales es la experiencia más lúcida y expansiva que puedes sentir» (Moix).

En este sentido, es determinante gestionar el control inhibidor de la persona. Mediante este control adquiriremos la capacidad de rechazar determinadas conductas perjudiciales a distintos niveles, como respuestas inadecuadas, conductas repetitivas, círculos viciosos, etc. Cuesta identificar en uno mismo cada una de estas conductas y sin embargo, en lo demás lo hacemos con gran rapidez.

Hay una pregunta que esclarece algo el camino hacia la felicidad: ¿qué prefieres, llevar razón o ser feliz? La respuesta puede ser rápida y sin embargo la conducta suele decir lo contrario. Nos gusta combatir, rebatir y salir triunfantes de cada conflicto, sin plantearnos en ningún momento qué es lo mejor para nuestra felicidad. Todo está diseñado en nuestro cerebro para que las creencias irracionales se vayan solidificando con el tiempo.

La rigidez mental es el sello distintivo de los trastornos de personalidad, mientras que las personas con conductas funcionales muestran una gran capacidad adaptativa. Para las personas de inflexibles, es muy difícil alcanzar ese estado de paz interior necesaria para alcanzar la plenitud. No solemos vivir conforme a nuestras posibilidades, sino conforme a nuestras creencias.

«La rigidez mental es una cárcel de alta seguridad donde las paredes son nuestras creencias irracionales» Moix

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