Identifica el cable de tu piloto automático y desconéctale. Desaprende.
La principal razón del fracaso son unas funciones ejecutivas que no están a la altura del desafío. Sin embargo, sí podrían estarlo en la siguiente fase, la del aprendizaje. Las funciones ejecutivas son las encargadas de realizar un ejercicio de reflexión de la que se obtenga un aprendizaje susceptible de aplicar en el próximo intento. Tener una visión en mente, derivado de un proyecto que ilusione hace que el cuerpo genere la hormona motor del cuerpo, la dopamina. Por tanto, aunque las funciones ejecutivas no estén a la altura las primeras veces, no significa que no podamos aprender del fracaso y reforzar el camino hacia el éxito, mediante un adecuado aprendizaje.
El fracaso suele generar pensamientos negativos que llegan incluso a conformar el pasto ideal con el que la mente rumiará sin cesar durante un tiempo. Sin embargo, el lóbulo frontal puede echarnos una mano proporcionándonos la calma necesaria para reflexionar y obtener la perspectiva necesaria para el análisis. De esta manera, podríamos romper el ciclo de respuestas químicas y neurológicas que gobiernan la personalidad. Este mecanismo puede ayudarnos también ante las creencias, que son las vigas maestras de nuestras conductas. Y es que la mente auto consciente es poderosa y tiene capacidad de programar los pensamientos, favorecedores o lo contrario.
Por tanto, la dirección del futuro de una persona depende de tres variables principalmente. La madurez de la personalidad, tener adecuada capacidad de toma de decisiones y el entorno. Las dos primeras forman parte de las funciones ejecutivas y la tercera nos vendría dado en un primer momento. Cuando las funciones ejecutivas no están los suficientemente desarrolladas, no suelen existir metas. Y si las hubiera, seguramente serían inadecuadas. Tampoco se daría un empleo adecuado de los recursos disponibles, incluso pasaría desapercibidos como tales. Tampoco existiría capacidad de planificación y la ayuda externa, como el coaching, serviría de poco porque la persona en cuestión no vería la necesidad de cambio alguno. Cuando alguien no conoce donde podría llegar, no se plantea ningún cambio.
Ante tal ceguera, es recomendable iniciar paulatinamente un entrenamiento del discernimiento. Discernir es separar lo conveniente de lo inadecuado y elegir. Para ello, es necesario reflexionar. Algo que ayuda mucho a reflexionar son las preguntas de calidad que impulse a abrir un elenco de posibilidades antes dormidas. La neuroeducación enseña precisamente métodos para educar conductas a base de este tipo de procesos metódicos, de la utilización de la metacognición (conocimiento sobre el conocimiento) y de unos sólidos principios.
La calma necesariapara esa reflexión pausada y metódica, posibilidad que nos facilita el lóbulo frontal, es clave para conseguir la capacidad de juicio crítico y un criterio propio, sin dejarnos llevar por la colectividad inconsciente. Pensar por uno mismo proporciona perspectiva y distanciamiento para desidentificarse o disociarse de una emoción que condicione un pensamiento.
Para tomar buenas decisiones necesitamos buenos conocimientos e información solvente sobre la que empezar a construir nuestro proyecto. Con unos contundentes conocimientos multidisciplinares mejorará la eficacia de las reflexiones y el discernimiento.
La tercera variable determinante para alcanzar la dirección adecuada hacia el éxito es el entorno. Einstein era disléxico y tenía parte de su cerebro con cierto grado de amorfismo, sin embargo, su entorno familiar, social, de país y académico, fueron el mejor «viento en cola» para su éxito. Supo y pudo enfocarse en sus fortalezas. Un entorno académico como el suyo le proporcionó conocimientos contundentes que dieron lugar a ideas geniales.
El fracaso se sitúa al lado de esas personas cono pocos conocimientos y ausencia de flexibilidad cognitiva. Nada se puede esperar de quien no quiere recibir influencias que le permitirían crecer. Suelen creer que están en posesión de la verdad y surge la soberbia.
«La ignorancia es la peor de las miserias» Platón.
Si no hay conciencia pues, no hay cambio. Escuchar para empaparnos de conocimientos es el primera paso para discernir. Sin escucha no hay opción siquiera a elegir. Según el propio José Antonio Marina, es habitual que el rumbo de nuestras vidas la marque nuestro piloto automático adiestrado por la cultura en la que hemos crecido, por las creencias inculcadas desde los primeros años y las suposiciones. No tomar conciencia de nuestra vida y dejarla en manos del piloto automático es, además de triste, peligroso.
De esto precisamente se ocupa la inteligencia ejecutiva, de como desactivar el piloto automático de cada uno y dirigir las conductas hacia destinos de éxito.