Icono del sitio José Luis Serrano

El cerebro, un juego a tres

El «cerebro triuno» o «triúnico» es un modelo propuesto por el médico y neurocientífico Paul Maclean que ha permitido profundizar en el conocimiento de determinadas conductas humanas. Confieso que parece sorprendente la explicación, dado que relaciona cada parte con una herencia recibida de nuestros antepasados y la identifica con determinadas especies animales. Cada una de estas partes realiza una lectura de cada estímulo y pone en marcha una reacción distinta. Por ejemplo, ¿sabíais que el 40% de nuestras acciones responden a hábitos adquiridos?. Aunque nos auto convenzamos de que nuestro comportamiento responde a acciones meditadas y reflexionadas, resulta que prácticamente la mitad de las ocasiones actuamos conforme a entrenamientos adquiridos. ¿Sabíais que el 85 % de las decisiones de compra se toman realmente en unos dos segundos? Sin embargo, el diálogo mental posterior no es más que una justificación de la decisión impulsiva inicial.

Es la mente la que intenta por todos los medios economizar recursos. Los actos rutinarios y por tanto repetitivos no consumen prácticamente energía, sin embargo, la planificación reflexiva y meditada empleando lógica y análisis previos consumen una cantidad desmedida de energía. La mayoría de nosotros no nos planteamos conductas nuevas por lo esforzado de la tarea, sino que caemos en la comodidad de repetir conforme siempre hemos actuado, es decir, con hábitos adquiridos y desde la infancia en muchos casos. Es lo que conforma la famosa zona de confort.

Sin embargo, nuestras conductas son gestionadas por nuestros tres cerebros. Uno visceral, otro emocional y otro intelectual. Uno heredado de los reptiles, otro de los mamíferos y el último desarrollado por los humanos. Cada uno tiene su funcionamiento y contribuyen a elaborar la respuesta al estímulo, no siempre de la manera más adecuada.

El reptiliano, heredado de los reptiles, está ubicado en la parte del tronco del encéfalo, junto a la médula espinal y nos ayuda a tomar las decisiones más primarias como combatir, huir o paralizarnos ante determinadas amenazas reales. El mamífero, heredado de esta misma especie regula  las emociones, que desarrollamos conforme se suceden nuestras experiencias vividas, guardando registros positivos o negativos en función del tipo de la experiencia.  Y el último es el neo cortex o corteza prefrontal, que ocupa una superficie muy pequeña, pero que es capaz de desarrollar análisis muy complejos. Su escasa superficie es capaz de influir en nuestra conducta a un coste muy elevado de consumo energético. Es la encargada por ejemplo de evaluar consecuencias y planes de futuro. Es el cerebro de evolución más reciente.

Pero el funcionamiento a lo loco de estos tres cerebros generarían comportamientos inoportunos e inadecuados. No podemos combatir cada vez que sintamos miedo o ansiedad ante una posible amenaza. Habría en primer lugar que valorar en qué grado la amenaza es real, si podría convertirse en oportunidad o no, examinar las consecuencias e influir por tanto en fisiología derivada de las emociones suscitadas por la amenaza. Pero, ¿quién es el director de orquesta de estos tres cerebros? ¿Cuál es sería la mejor estrategia a fin de obtener conductas óptimas que nos ayuden a alcanzar objetivos?

La gran noticia es que el ser humano actual cuenta con capacidad para realizar análisis serenos y reflexivos ante casi todos los estímulosEste es el primer punto, la serenidad a la hora de reaccionar. Un estímulo puede provocar reacciones automáticas e incluso secuestrar al resto de cerebros, pero la mayor parte de las ocasiones tenemos capacidad para esperar, pensar y analizar el torrente de emociones y pensamientos. Por eso, la sabiduría popular aconseja contar siempre hasta 10 ante determinados acontecimientos que nos provocan. Durante esta espera es determinante contar con la mayor cantidad de información posible. Recibir feed-back externo es importante. Tras dicho análisis, lo ideal es planificar la estrategia y diseñar el plan de acción. Y tras poner en marcha el plan de acción, lo ideal es construir hábitos que refuercen esa conducta victoriosa, que será almacenada en nuestra memoria como un logro, generando una inversión a futuro en felicidad, puesto que en ocasiones similares, saldrá a colación este recuerdo positivo y segregaremos hormonas como la dopamina, serotonina o endorfinas, etc. Tras unos dos meses entrenando el hábito, podemos decir que tenemos mucho ganado. Se ha generado un surco neuronal y que libera de trabajo y energía al neocortex, ya que con la repetición se adquieren automatismos que generan un gran ahorro energético. El ejemplo más común es la conducción. Cuando empezamos a conducir, no nos imaginamos de lo que seremos capaces en un futuro. Sin embargo, tras practicar cada día, somos capaces de cambiar de marcha, embragar, mirar por el retrovisor, poner el intermitente y mantener una conversación, ¡todo al mismo tiempo y sin consumo de energía!.

Hay una gran noticia para todos. Si somos disciplinados en una práctica de profundo aprendizaje, alcanzaremos la maestría en aquella actividad que nos propongamos (identificad esa actividad y convertiros en el mejor). Solo hay que practicar durante diez mil horas. Se suele tardar unos diez años, por eso es importante descubrir el talento de nuestros hijos cuanto antes. Podemos tener maestros con 20 años. Aun así, por la cuenta que me trae, los mayorcitos como yo no os abandonéis. Yo me he propuesto ser un maestro a los 55 años. Este es mi P55.

Os dejo con una fotografía de una lámina de agua, que con sus ondulaciones genera un juego de luces y sombras fantástico que el que en realidad le otorga la apariencia de su volumen. Algo parecido a las conexiones de energía entre las neuronas de nuestro cerebro. Como un mar de conexiones de energía que debemos activar cada día.

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