Estos días atrás, en una de mis visitas al supermercado de la zona, tuve la suerte de ser recibido por un anfitrión muy especial. Alguien con apariencia adorable y entrañable, adiestrado para provocar ternura entre los visitantes. Hay que reconocer que aquel recibimiento provocó en mí sorpresa, ternura, distensión y confianza. Se llamaba Pepe y causó furor entre los cientos de visitantes. Os dejo el video para que lo conozcáis.
Relacionado con esta anécdota, hace unos días comentamos la información que Enrique Dans (@e_dans) publicaba en su blog relativa a la urgencia de los ingenieros de facebook en «desenchufar» el robot en el que trabajan por inminentes peligros insondables. No cabe duda que experimentar con robots y emprender un camino de desarrollo de una nueva inteligencia artificial tiene sus peligros, máxime cuando nos encontramos todavía en pleno proceso de aprendizaje de la inteligencia emocional. En este escenario es normal que se suscite el debate sobre si la futura supremacía de los robots, inexorable en muchos campos, puede suponer un alivio o por el contrario, una severa amenaza. Relativamente recientes son los descubrimientos relacionados con neuroplasticidad, neuronas espejo y emociones, así como las reacciones fisiológicas que experimenta nuestro cuerpo ante determinados estímulos. Sin embargo, de manera paralela se avanza en otra línea muy complementaria, la inteligencia artificial.
Supongo que, como en todo, esta nueva etapa en la que nos adentramos tiene sus peligros y sus bendiciones y que dependerá del uso. Pero ya debemos conocer que estadísticamente siempre hay un porcentaje concreto de usos perversos y otro de usos adecuados. Todo queda en manos de los dirigentes de la sociedad y en su capacidad para reconducir los descubrimientos en bien del interés general. El magistral Juan Carlos Cubeiro (@juancarcubeiro) reflexiona a este respecto y ejemplifica con datos (como debe ser) lo que piensan los directivos sobre el futuro del empleo tras la llegada de la paulatina instauración de la inteligencia artificial y avisa de la posible brecha social que se genera en cada revolución. Es decir que, o actuamos proactivamente obteniendo un partido ético a los nuevos avances o corremos el riesgo de quedarnos rezagados en la parte oscura de la ola.
Por el momento, creo que lo más urgente es seguir entrenando nuestras habilidades emocionales, que serán las que nos permitirán canalizar los efectos de todos los avances y lo más importante, la manera ética, noble y honesta de implementarlas. No olvidemos los rasgos que distinguen a una persona con alta inteligencia emocional, ya que sería muy conveniente empaparnos de ellos, por que serán estos rasgos los que definan el futuro liderazgo hacia esta nueva era. Y hablando de liderazgo, es conveniente decir que esta competencia también varía con los tiempos. Se ha pasado del líder jefe que domina, controla, somete y ordena a sus dependientes al colaborador que aglutina, integra y colabora con los objetivos colectivos. Un líder actual debe tener competencias básicas para que sea confiable y digno de liderar una instauración de la disruptiva inteligencia artificial. El liderazgo es un tema apasionante y algún día lo abordaremos en profundidad. Parece que se va quedando un poco trasnochado la idea de que un líder nace, en favor de la del autodesarrollo de esta competencia. Vuelve a surgir la necesidad de enfocarnos en los hábitos y entrenamiento para adquirir las competencias deseadas.
No quiero dejar de referirme a la importancia de la mente en cualquier proceso de liderazgo. Podríamos decir que la mente es un «constructo» formado por reacciones fisiológicas, pensamientos, recuerdos, creencias y emociones. Todos estos son ingredientes del guiso en el que se cuece nuestra mentalidad. Poco a poco, todo lo que rodea a la mente va cobrando importancia en el mundo de la empresa y la productividad. Berto Pena (@bertop), en su blog (Thinkwasabi) reflexiona sobre la la necesidad de alcanzar el punto muerto de vez en cuando para «saludificar» muchas conductas y recuperar el foco. Daniel Coleman también argumentó en su libro FOCUS, esta necesidad para afirmar que competencias como la creatividad y lucidez mental afloraban en niveles bajos de estrés y ansiedad. En la entrevista que os «linko» nos confiesa su secreto para entrenar la atención, concentración o foco: la MEDITACION.
Pero, salvo excepciones de idealistas como el que escribe y suscribe, que no se cansan de explorar para intentar evolucionar, todavía no está normalizado el aprendizaje de competencias similares en la sociedad. El sistema educativo no parece que lideren los cambios que parecen necesarios, aunque si parece que lideran los estudios que permiten continuar avanzando en la inteligencia artificial. Disciplinas como la inteligencia emocional, financiera (clave para garantizar la libertad de las personas), espiritual (que no religión) así como propiciar reflexiones relacionados con los valores sociales e individuales. Lástima que finalmente no saliera adelante el proyecto en el que trabajó José Antonio Marina para tratar de implantar un nuevo sistema educativo en España. Lamentaremos profundamente haber impedido que humanistas como él sean los artífices de la gran inversión pendiente de realizar en España. Solo así, la sociedad puede crecer con un equilibrio adecuado entre técnica y valores.
Y finalizando, no quiero dejar de compartir un estudio que aporta una vez más Juan Carlos Cubeiro en su blog «Hablemos de talento» en el que alude a la tesis doctoral de Sandra Sotillo, ‘La gestión profesional de la reputación del CEO como elemento generador de valor para las organizaciones’. En el escenario actual, es determinante la calidad humana de los primeros espadas de las organizaciones, empresariales o no, ya que con su ejemplo y reputación, aportan valor a la sociedad… o lo restan.