Parece paradójico que hace unos 25 años se promoviera una refundación europea y en la actualidad esté surgiendo un movimiento que repiensa una sociedad sin fronteras pero con brechas, desde los individuos. Y digo “esté surgiendo” cuando quizá se podría decir “se esté promoviendo”, de igual manera que se promovió “la CEE” en base a unos acuerdos internacionales en los que gran parte de la sociedad intervino de manera condicionada por un discurso muy concreto.
Podríamos entretenernos en tratar de conocer los valores que movieron aquella refundación europea y analizar su idoneidad y hacerlo también con el movimiento “SMART CITY”, si bien, constata que la sociedad se reorganiza de manera “orgánica”, con vida propia, siendo víctimas y protagonistas al tiempo de estos movimientos. Creo que uno de los rasgos distintivos entre aquel movimiento europeo y el que nos ocupa ahora es el avance de las TICs, que han ido colonizando todos los espacios y condicionando de manera determinante las maneras sociales. La Unión Europea surgió porque los representantes políticos de unos países impulsaron un proyecto creado por ellos mismos y sin embargo las SMART CITIES surgen tras la presentación y puesta a disposición de la sociedad de un nuevo medio, caldo de cultivo de “algo” en constante mutación, cuyas fuerzas son la nueva capacidad productora/consumidora del ciudadano y cuyas habilidades productivas y aplicaciones de uso evolucionan exponencialmente y dirigidos por una inteligencia colectiva. Algo parecido a la “mano invisible del mercado” de Adam Smith.
La UE nació de manera analógica, con fronteras definidas, con lenguajes tradicionales, procesos estandarizados y comunicación tradicional. Hoy, sin embargo, se ha producido una hibridación en todas las categorías, traduciéndose en una sociedad líquida en la que ya no existen conceptos cuyas fronteras permanezcan perfectamente definidas, sino que el poderoso zoom de nuestra mentalidad es capaz de conquistar la infinita gama de grises donde surgen conceptos nuevos y proliferan nuevos usos y aplicaciones en la sociedad. En primer lugar, nuestras relaciones ya no se miden en función de la distancia entre los ciudadanos, ya que ahora estamos totalmente sincronizados. Esta desaparición súbita de la distancia modifica también la otra coordenada de la dimensión tradicional, el tiempo. Entramos en una nueva dimensión, el ciberespacio, donde la sensación de presente perpetuo adquiere relevancia. El aterrizaje al universo del “gris” y el acceso y uso de las tecnologías globales propicia que surja un laberinto de alternativas instantáneas producidas por el mismo ciudadano, lo que retroalimenta la mutación sin fin de nuestra sociedad.
Al solapar el tejido virtual-digital al espacio analógico tradicional surgen nuevos “estados” que están conformando inexorablemente un nuevo orden social, donde el lenguaje cambia y los discursos son infinitos, generando identidades nuevas y condicionando las relaciones entre personas. Este nuevo universo en constante mutación donde la percepción de tiempo y espacio pierden su esencia, está propiciando asociaciones categorizadas en orden a sus percepciones, como es el “slow movement”, que reivindica la recuperación de la facultad de percibir mediante la recreación, impulsando valores como la capacidad de escucha y la oralidad amplia, que se encuentran seriamente dañadas. Nuestras mentes parecen obedecer de manera automática, como los software de los robots. El aspecto puramente tecnológico está “cosificando” a las personas, convirtiéndolos en productores, si bien, es capaz de invisibilizarse, naturalizando la experiencia comunicativa. Todo esto afecta a las emociones y al espíritu de los ciudadanos, quienes perdemos el miedo a descubrir nuestras intimidades ante el mundo, al percibir una intimidad ficticia por culpa de un aislamiento colectivo (self disclosure).
Esta nueva política o manera de gobernar nuestras relaciones, ha propiciado cambios sociales claves. Hemos pasado de organizarnos en familias netamente productoras, compuestas por numerosos miembros, a hogares individuales con ultra-capacidad de relación. Estos nuevos átomos sociales conforman la nueva red colectiva y condiciona a su vez la evolución; sin embargo, esta nueva realidad social aumenta la convencional brecha social, dado que impide que una considerable porción de la sociedad se adapte a las nuevas maneras de comunicarse y relacionarse. Es algo que se debe gestionar políticamente y pasar a considerarse como un nuevo servicio social. En este sentido, es asombroso como las SMART CITIES han sabido atender a la parte más vulnerable de la brecha. Las nuevas aplicaciones son capaces de aglutinar los recursos más capaces en favor de los más vulnerables, designándoles radares detectores de incidentes con personas mayores, etc. Está siendo capaz de que la sociedad debata y resuelva actuaciones locales, tales como creación de huertos, jardines, islas sostenibles, engendrando una nueva manera de gobernar y hacer política. Este es el aspecto que creo que es más importante en cuanto al análisis que abordamos ahora. A través de esta nueva comunicación desde la base, se transforma la sociedad; por tanto, se trata de reductos democráticos interconectados y con posibilidades productoras infinitas.
Pero, ¿hacia dónde vamos?; para este análisis es fundamental reparar en claves muy sutiles, ya que cualquier pequeño signo puede condicionar el destino global. Para este análisis compararé el modelo barcelonés «Barcelona Smart City», con un hipotético modelo «Toledo Smart City» y proyectaré las consecuencias futuras de una fusión de modelos. Toledo cuenta con un basto patrimonio analógico y una cultura todavía muy tradicional. Su historia y arquitectura la convierten en una potencia global siempre que el tejido digital quede imbricado con éxito. Si los responsables políticos del momento se limitaran a crear las bases bajo un discurso simplista, quizás Toledo pudiera disparar sus opciones como ciudad turística, pero nada más. Pero si esta iniciativa fuera liderada bajo un discurso integrador que acogiera, no solamente las vertientes mencionadas, sino además la vertiente espiritual, religiosa, científica, etc, todos ellos en cualquiera de sus modalidades, creo que el resultado final sería muy distinto y afectaría al resultado de identidades originadas, generando una narración más fiel de la realidad de una parte de la sociedad actual muy importante. Los valores que navegarían de manera oculta por esa red serían más equilibrados. Esto contribuiría a suavizar la brecha social y a construir nuevos destinos desde un debate vecinal más completo. La participación desde la base debe contar con todos los ingredientes posibles y dejar a la sociedad que sea la protagonista de la evolución. No obstante, el curso del desarrollo no debiera dejar de ser salpicado por aportaciones constantes (filósofos, p.ej.) que aporten briznas de sabiduría, que garanticen evoluciones apoyadas en fundamentos que la historia de la humanidad no debe olvidar.
Los nuevos recursos, pueden y deben originar nuevas políticas integradoras, para aprovechar oportunidades de evolución. Ya no hacen falta políticas aparatosas, sino sutiles intervenciones que garanticen evoluciones equilibradas. Así, Toledo podría pasar de ser considerada como “Capital de las Tres Culturas” a “Capital Global de Culturas”.
Creo que el desafío del sistema político en ciernes pasa por ser capaz de interconectar la red de los valores nobles en la sociedad a través de la incorporación de la sabiduría de la humanidad en las futuras relaciones.
Gracias por estar.
BIBLIOGRAFIA:
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- Gamero V. y M. (2.013) Tiempo y tecnología en la psicología de la comunicación. Barcelona: UOC EDICIONES.
- Gleick J. (2.012) «La Información: historia y realidad» . Barcelona: Editorial: Crítica.
- Innerarity D. Y Champeau S. (2.012) “Internet y el futuro de la Democracia”; Barcelona, Grupo Planeta.