Hace poco, alguien a quien respeto y quizás presentado por la Providencia, me pidió que empezara a pensar en posibles medidas a tomar para cambiar la realidad actual, tras lo cual, en un acto reflejo, le respondí que quizá todas ellas se encontrarían lejos de la realidad y supondrían un cambio demasiado profundo y drástico, lo que provocaría una brecha importante con respecto a la situación actual. Pero él me respondió algo que me sorprendió, ya que es la misma argumentación que yo suelo otorgar a quien me muestra una objeción parecida. La contestación fue: «No importa que sea revolucionario, de lo que se trata es de soñar una solución, aunque sea quimérica, ya vendrán después quien tecnifique la puesta en marcha. Nuestra misión es aportar visiones a largo plazo, soñar propuestas porque son los soñadores los capaces de vislumbrar el futuro. Y tras los sueños, la Providencia será la encargada de alinear todos recursos, mostrando poco a poco el camino hacia la realidad soñada.
Este mismo argumento es el que motivó mi post «Creer y Crear» y del que se conoce que me olvidé enredado en algún tipo de pesimismo. La petición partió a raíz de una conversación sobre las nuevas fuerzas políticas que están surgiendo al socaire del desengaño de la población con los políticos de nuestro país. Unas fuerzas políticas nuevas, oportunistas, que tratan de sacar tejada a la situación actual en España, desde una posición privilegiada, la de la crítica despiadada, sin propuesta de ningún tipo y sin ningún miedo al juicio, puesto que no tienen experiencia ninguna en estos menesteres.
Y a esta misma tarea me puse, pensando que podía ser algo divertido y sugerente. Para ello, dividí el proyecto en tres partes:
a) Conocer los motivos del descontento.
b) Identificar posibles soluciones a esos motivos de descontento.
c) Calibrar las consecuencias de la implantación de dichas medidas.
Un simple paseo por el barrio es suficiente para conocer cuales son las quejas de la sociedad española. Falta de empleo y disminución notable de la actividad económica. Principalmente estas son las quejas mas reiteradas. Existe otras quejas, como las de la corrupción, que adquieren mayor relevancia en la actualidad por el resentimiento actual, pero la verdad es que estuvo más presente que nunca en la época del boom económico y pocas voces críticas se oían entonces, más bien todos participábamos del festín de alguna manera u otra, por lo que no le daré importancia en este razonamiento de encontrar soluciones a la mejora del sentimiento de la sociedad.
Tanto el empleo como la actividad económica, parece claro que se solucionan con políticas monetarias y fiscales, fáciles de instaurar, de hecho, es precisamente ahora, en época electoral, cuando se están implementando muchas de ellas. Y ya estamos notando cierta mejoría, de hecho, estas navidades hemos gastado bastante más en ocio, compras y viajes que épocas anteriores. Además, la confianza en la recuperación es bastante perceptible ya.
Sin embargo, la sociedad sigue resentida y dispuesta a votar a las nuevas fuerzas revolucionarias que idolatran a figuras militares y populistas que han desabastecido países inmensamente ricos en materias primas. Este clima de resentimiento susceptible de llevarnos al suicidio por despecho es lo realmente preocupante y la razón es la madre del cordero de este asunto. La corrupción y la instalación de la clase política en una posición dulce, desde la que gozan de privilegios propios de sultanes de otros tiempos, tales como bacanales, masajes, viajes, ropas y autos e lujo, compañías demasiado agradables, etc… Actitudes vergonzosas de una clase que ha ido creciendo cada día más, hasta llegar a alarmar a las instituciones que velan por el buen funcionamiento de la Administración y que alertaron del elevado uso de coches oficiales y personal a disposición de los cargos públicos, asesores, sociedades públicas y demás, hasta conformar un colectivo privilegiado totalmente desproporcionado. Y es esta situación precisamente la que ofende a la sociedad y a la que menos solución se le ha dado. No se ha percibido en la sociedad que todos nos hayamos apretado el cinturón en la misma medida. Se ha sacado a España de la crisis a base de duras medidas contra la población rasa, pero la casta política sigue donde estaba antes de la crisis.
Esta situación es la que ha ofendido a la sociedad española y es la que está dispuesta a suicidarse para acabar, por resentimiento y despecho, con España. Y es comprensible al cien por cien que una familia que no haya podido adaptarse a la nueva situación y estén padeciendo una situación miserable, decida derribar a la «Casta», cueste lo que cueste, muera quien muera, porque están dolidos y dañados. Y tiene muy mala solución, porque los únicos que están erigiéndose la voz de la sociedad son esas fuerzas incipientes de jóvenes sin experiencia, despechados y cargados de soberbia, quienes están llevando la voz cantante de millones de personas. Por tanto, las razones del descontento están claras, una injusta y descarada desproporción en el esfuerzo del ajuste experimentado, permaneciendo unos en la indigencia material y otros en la indigencia moral.
Pero no están tan claras las soluciones. En principio parecería lógico y justificado que personas inexpertas derriben el poder instalado y se lo entreguen a personas resentidas para repartirse la riqueza, sin más. Sin embargo, parecería adecuado que hiciéramos un esfuerzo en indagar más en profundidad sobre las posibles soluciones. Siempre se ha dicho que no se debe actuar con la cabeza caliente y es muy recomendable reflexionar en profundidad e incluso «consultar con la almohada». No podemos derribar a la inmoralidad desde la soberbia y los deseos de venganza, sino desde la serenidad. Otorgar carta blanca a las fuerzas inexpertas incipientes, subvencionadas por líderes que han llevado el hambre y la insolidaridad donde han gobernado, no es la solución de nada. Por tanto, las consecuencias de las soluciones que nos promete la nueva casta no se las creen ni la propia sociedad resentida, pero asume el coste del cabreo.
Sin embargo, me viene a la cabeza algo de lo que se ha hablado siempre pero que últimamente ha desaparecido. Algo de lo que los «centinelas de la humanidad» en la tierra suelen avisar a menudo, encendiendo sus luces rojas de alerta. Son los viejos, los más mayores de la sociedad los que nos alertan de lo que está ocurriendo y de los antecedentes. El ESPIRITU. ¿Quién escucha esta palabra últimamente? ¿Quién sabe qué es el Espíritu de una persona o sociedad? Espíritu es la parte inmaterial de una persona, aquello que conforma el carácter de alguien. Sin entrar en religión, donde adquiere mucha mayor relevancia y desde cuya perspectiva se garantizan todos estos valores, da la sensación de que todo lo concerniente al espíritu es tachado de quimera, de irreal y esotérico, pero es precisamente lo que propongo, dada la licencia otorgada por mi compañero. Sin embargo, mucho más importante para una persona que la formación académica o física, es la formación de un espíritu recio, fuerte y decidido, que aporte clarividencia y determinación en el rumbo.
Nos encontramos pues en un momento de la historia, en el que la sociedad cuenta con instrumentos a su alcance capaces de decidir el rumbo de la humanidad. Hoy mas que nunca, nuestra voz puede ser escuchada en cualquier parte de la tierra, no hay más que comprobar la procedencia de los lectores de este blog, de decenas de países de distintos continentes. Somos expertos usuarios de unas potentes redes sociales que parecen que no sirven para nada más que para convocar multitudinarios «botellones» en el centro de las ciudades, tenemos universidades casi gratis, tenemos sanidad gratis, educación gratis, lo tenemos todo pero no sabemos qué queremos realmente. Es muy peligroso nuestro afán por destruir huyendo de la serenidad necesaria para construir grandes cosas.
Probablemente decidiremos elegir a un resentido inexperto y soberbio joven para representar la destrucción del país, olvidándonos de aquellos que guardan silencio humildemente, grandes de espíritu, conscientes de que serán ellos los que vendrán después a sacar adelante el país, desde las cenizas. Por tanto, son los grandes de espíritu a quienes hay buscar como referencias de la sociedad y los descubriremos porque predican con el ejemplo y se les suele encontrar en las trincheras de la desigualdad, porque en el sufrimiento de las personas ven los valores del amor y el servicio. Allí han estado siempre, en silencio, con ayudas y sin ellas, con donativos y sin ellos, desde hace siglos, con cruz y sin ella, impartiendo coaching al necesitado en sesiones gratuitas. Es verdad que sin demasiado glamour, pero realmente saben de qué hablamos cuando decimos «injusticia, hambre, pobreza, sufrimiento y amor».
Señores, está claro donde está la solución a todo esto, pero hace falta despertar. Hoy más que nunca tenemos todos los recursos materiales necesarios a nuestro alcance (recursos de la masa), pero el más necesario, el espíritu, no le vamos a encontrar donde buscamos, sino en las trincheras.
Por eso, al compañero que me planteó el reto de escribir sobre las maneras de cambiar, le diría que, afortunadamente tenemos los recursos materiales, financiación, tecnología, etc, pero nos falta el espíritu que insufle el liderazgo necesario para movilizar a aquellas personas dispuestas a dedicar generosamente su tiempo a la vida pública y que adquiramos conciencia de los valores que deben regir la sociedad. El dinero es simplemente un medio de subsistencia y no tenemos que ofendernos por tener menos que el vecino ni intentar demostrar que tenemos más que nadie. Lo realmente importante es lo que nos dicen los centinelas de la sociedad en este post, «Cinco cosas de las que nos arrepentiremos antes de morir.»
Gracias por estar