José Luis Serrano

El verdadero coaching y los tres filtros de Sócrates.

Por José Luis Serrano.

El post de hoy lo llevo rumiando desde hace meses, quizás años. Antes preocupado y hoy ocupado (lo que me tranquiliza porque significa que he recorrido algo de mi camino), por el hecho de que se barnice el oficio de coach con una pátina de campeón, charlatán. No puedo-debo ocultar que el oficio ha tenido entrada en España en un momento en el que una gran parte de la población se encuentra atravesando sus desiertos particulares y puede parecer que los coach venimos a beneficiarnos de la desgracia ajena. Esta casualidad/causalidad es cierta. También es cierto que, el nombre de “Coach”, no le está beneficiando en absoluto al oficio, porque viene acompañado de un halo de campeón americano motivador y estupendo que empuja a su pupilo al éxito. En adición a esto, tampoco hay que ocultar que el hecho de que estén constantemente surgiendo modalidades de coaching, especializadas en terrenos variopintos no ayuda al reconocimiento de una disciplina que en lo nuclear es humanitaria y humanista. En España, todo esto es muy cierto y nunca me ha gustado poner etiquetas pero en este caso creo oportuno decir que en este país somos muy dados a tomarnos el afán de superación a guasa, mofándonos de los que se esfuerzan cada día en avanzar en su camino con gran esfuerzo. Esta guasa, provoca pudor en quien lucha por salir adelante y supone una losa más en su camino en nada beneficia a su recuperación. Esta es mi sospecha, que de alguna manera viene reforzada por opiniones cercanas, relativas precisamente a la reputación que está adquiriendo este oficio. La parte noble de todo esto es la lucha por superar nuestras dificultades y batallas particulares y que nunca nadie debe minusvalorar, sino respetar sin fisuras. No es baladí el dicho popular de “si decides volar, hazlo alto porque, si vuelas bajo, te quedas a tiro”.

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Con el coaching está sucediendo algo parecido al éxito y que ya traté en este post con anterioridad. La palabra éxito, que en su día irradiaba sentimientos positivos, se ha venido transformando a lo largo de los años hasta llegar a convertirse en una palabra poco usada y que transmite un triunfo en la vida, de índole más material o tangible que intangible e interior. Pues la denominación de “coaching”, que pudiera ser traducido como acompañamiento, está sufriendo este proceso de deterioro de sus atributos, por transmitir sentimientos que no tienen nada que ver con la realidad.

Existe otro aspecto determinante que ha motivado esta avalancha o moda del coaching en España. En un momento en el que España (voy a hablar de país), se encuentra sumido en un periodo de profunda desorientación que genera una merma importante de la autoestima, es muy normal y lógico que las personas busquen vías de realización personal, dado que las tradicionales han sido desterradas. La falta de autoestima en España como país, es patente cuando estamos renunciando a todo como sociedad. Ya no sólo a nuestra economía, sino a la construcción de nuestro futuro con nuevos mimbres. Renunciamos a defender el medioambiente de nuestro entorno a cambio de anuncios de futuros puestos de trabajos, renunciamos a la construcción de industrias sostenibles en el tiempo y saludables que supongan nuestra ventaja competitiva como país, renunciamos a combatir por una clase política digna que renuncie a sus privilegios en la misma medida que lo han hecho el resto de las clases de la sociedad española, no nos planteamos ni movilizamos por recuperar ríos, ni ponemos freno a la desertización del campo español, ni a la colonización de nuestras tierras por inmensos polígonos industriales vacios, etc. Pues en este preciso periodo surge de súbito en España la figura del Coach, procedente del resto del mundo occidental donde ha tenido gran éxito, aceptación y reputación. ¿Es pura casualidad o lo hemos buscado como recurso para crecer? No es casualidad, sino una causalidad debido a una importante razón.

Con independencia de lo que pueda parecer desde fuera a quien es profano, el aprendizaje del coaching requiere un proceso previo de autocoaching, es decir, que la mitad de la formación básica de un coach transcurre en un sendero de profundo autoconocimiento y de autocoaching. Este es un proceso revelador y en numerosas ocasiones nada agradable, puesto que estás tocando las emociones y grandes debilidades propias antes de emprender el entrenamiento. Cada futuro coach debe recorrer su camino imprevisible y espinoso antes de pasar a la siguiente etapa, sin olvidar que el ejemplo es siempre su abanderado. No hay que olvidar que para acompañar, es necesario en primer lugar conocerte a ti mismo en profundidad y sobre todo conocer tus reacciones ante tus miedos, enfrentándote a ellos y vendiéndolos. Sólo después, podrás acompañar.

En este proceso de acompañamiento, el coach no dará lecciones ni explicará como un guía o profesor por dónde vamos pasando, sino que se limitará a estar, de manera respetuosa, a acompañar y a alumbrar todos los espacios y rincones por los que se transita mediante la formulación de preguntas que servirán para manejar alternativas, valorar posibilidades e iniciar procesos de reflexión. Pero esto no es nuevo, sino que es un método que ya utilizaron los grandes filósofos adc. como Sócrates, Platón o Diógenes. A lo sumo, se nos puede identificar como un acompañante con linterna, que alumbra todas las posibilidades pero que no sugiere ningún camino, sino que deja esta decisión al coachee.

Esta figura del acompañante difiere de manera importante de la que está trascendiendo en los medios, hasta tal punto que relacionamos a un coach, con un motivador de masas, charlatán, constantemente emocionado y triunfador. O con un personal shopper estilista que trata de elevar la autoestima de su clienta a través de un plan “G”, durante una jornada de compras. Incluso se han puesto de moda programas de televisión donde tratan de coach a excelentes profesionales en lo suyo, consiguiendo un desprestigio de las dos figuras, puesto que el excelente profesional lo es en lo suyo y no lo es como coach o acompañante, así como un gran coach o acompañante no tiene por qué ser un gran cantante, ni cocinero, etc. Los medios, una vez más, desvirtúan toda la información en aras a conseguir su audiencia. Ha sido bochornoso el programa recién emitido por no sé qué canal de tv, en el que se presentaba esta profesión como si de una secta se tratara. Lamentable la calidad y credibilidad de los programas de televisión, intentando manipular en todo momento a favor de audiencias. Lo peor es que la masa es muy facilita de llevar.

Existe una premisa fundamental en los atributos de un acompañante, la humildad, desde la cual se ejecute una escucha activa que detecte todas las señales posibles. Pero para que esta escucha sea lo más activa y fructífera posible, debe ceder la palabra y cualquier protagonismo al coachee, quien debe ser quien emprenda el camino, mientras el acompañante vaya alumbrando todo lo que se encuentra alrededor a través de las preguntas lo más poderosas posibles. Este sí es el verdadero secreto del coach, el arte de preguntar, o alumbrar, el resto es un proceso de afrontamiento del cliente o coachee. Por tanto, nada más alejado de la realidad, que un verdadero coach protagonista, charlatán y estrella.

Pero como todo en la viña del señor, existen coach principiantes, y acompañantes expertos, de igual manera que existen grandes coach que no son cantantes, ni cocineros, ni grandes motivadores de masas, como existen grandes cocineros, cantantes que no son coach. En mi opinión particular, existen grandes coaches a lo largo de la humanidad, que son los que han conseguido grandes transformaciones y duraderas, pero a través del ejemplo y no tanto de la palabra. Que uno sea un gran coach, no depende tanto de la opinión de uno mismo, ni de las personas ajenas al proceso, sino de la opinión del acompañado en cuestión. Y el tiempo dirá el resto. La ecología en los medios empleados también es determinante, es decir, alcanzar un objetivo sin dejar muertos en la cuneta, sino respetando el entorno que no debe sufrir la recuperación de nadie. Y esto lo consiguieron personas como Santa teresa de Jesús, Mahatma Gandhi, Nelson Mandela y muchas personas que han trascendido precisamente por aquello de la discreción y la humildad.

Sí me atrevería a sugerir a todo aquel que tenga interés constructivo, que se acerque a las verdaderas fuentes del coaching para descubrir en qué consiste este proceso e incluso no tuviera remilgos en tomar parte de este acompañamiento porque es revelador. Esta gran corriente que ha llegado para quedarse, está sufriendo las lógicas transformaciones y evoluciones, está ayudando a todo el que ha querido conocerlo en un momento muy complicado en sus vidas, pero no es ningún milagro, sino un entrenamiento que requiere esfuerzo, constancia y motivación, como cualquier otro entrenamiento. El entrenador no es el que practica, quien debe esforzare con sacrificio, esfuerzo y tesón es quien lo necesita. Las pastillas milagrosas no las receta un coach, sino que invita al trabajo y cada profesional de este oficio, en cualquiera de sus vertientes, deportivo, ejecutivo, personal, educativo, emprendedor, etc., requiere unos conocimientos y experiencias troncales para todas ellas y otra experiencia que es la que conforma su especialidad. La unión de ambos lo convierte en figura acreditada para acompañar desde la humildad.

Espero con esto haber contribuido a rebajar el glamour de una profesión que sólo es comprendida por quien participa en ella y desvirtuada por los medios y la mercantilización. Pero esto ocurre con todo. El coaching se caracteriza más que por el glamour de la apariencia, por la humildad, el esfuerzo, la discreción y por la búsqueda de la sabiduría que otorga recorrer tu camino antes de que sea demasiado tarde. Tampoco somos ejemplo de nada, tan sólo de intentar la auto superación a través de recorrer nuestro propio camino cada día, del entrenamiento diario y del profundo respeto a las dificultades de los demás. Todo lo que sea disparar a dar, no lo comparto, aunque reconozco que volar bajo es un riesgo, pero es la primera fase de vuelo y por ella hay que pasar.

Y no deja de ser habitual y hasta normal que nos dejemos llevar por las opiniones y críticas de la sociedad en general, en lugar de contrastar la realidad. A los medios les hacía yo pasar por los tres filtros de Sócrates. Os dejo con él.

Gracias por estar.

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