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Adolfo Suarez: «Misión cumplida.»

Por José Luis Serrano Cebrián.

Liderazgo y Oportunidad.

Escribo este post, desde el convencimiento de que venimos a la vida con una misión determinada y, al igual que en los demás aspectos, uno puede definir una línea vital que coincida con su misión o por el contrario, hacer caso omiso a las señales y optar por caminos diferentes.

Entiéndase como misión vital la de salpicar el curso de nuestra existencia por valores y principios concretos propiciando conductas propias y ajenas encaminadas a crear eventos determinados y relacionados por nuestra propósito.

Es normal o habitual que no seamos conscientes de nuestra misión, ya que nadie recibe un mensaje revelador claro que indique claramente cuál es nuestro papel. Lo habitual es ir descubriéndolo a medida que vamos caminando, percibiendo señales que nos conducirán por unos derroteros insospechados posiblemente en un principio.

Cuando llegamos a este mundo lo hacemos con unas aptitudes determinadas que no son baladís y caprichos de la genética. Es habitual pensar lo contrario y cierto es que, es lo más cómodo. Realmente, venir al mundo con unas virtudes y habilidades determinadas y quedarnos ahí es bastante “relaxing”, ya que nos permite disfrutar de nuestros derechos, de esos grandes regalos en beneficio únicamente propio, sin sentirnos en deuda con nadie ni con nada. Y no solamente eso, sino utilizarlos para conseguir más beneficios propios aún. Privilegiada situación, si señor, esa de disfrutar de mis dotes sólo para mí y posiblemente contra el resto.

No sé si habéis tenido la sensación alguna vez de percibir que tenéis el deber de hacer algo, de acudir en defensa de algo, aunque adolezca de cierta lógica a priori. Yo sí he sentido en ocasiones ciertas fuerzas que me empujan a permanecer en determinadas posiciones aún cuando a primera vista no sea lo más beneficioso para mí, en lo material.

Tener la suerte de avanzar en ese camino, alcanzando a percibir esas señales que despierten sensaciones de revelación, permite ir adquiriendo una gran energía que retroalimenta esa percepción de señales y empuja al líder hacia un objetivo inequívoco con una fuerza moral enorme. Esa fuerza moral y energía es anhelada y percibida por los seguidores, que caminan junto a él, uniéndose a una causa superior.

Un ejemplo claro de liderazgo y coherencia con la misión es la vida de Adolfo Suarez. Una persona de profundas creencias y firmes convicciones que, lejos de imponer su idea de España, se fajó en la lucha por intentar reflejar  la pluralidad de los españoles, pero teniendo especial cuidado en no reflejar las exigencias de los privilegiados partidos y sus líderes, sino las necesidades de todos los ciudadanos.

No fue un líder político, a mí entender, sino un líder gobernante de todos los españoles, que consagró su vida a una dura lucha para unir a una nación dañada, dolida y resentida. Adolfo Suarez fue una persona con grandes dotes personales y virtudes más que suficientes para haber optado por una vida plácida y cómoda junto a los suyos, a la “sopa boba” como sin duda muchos otros optaron con bastante mejores resultados en lo lucrativo, pero un líder natural con reconocimiento claro de su misión en la vida como él, decidió optar por la entrega generosa a unos valores con los que se sentía en deuda. No regateó nunca el combate para tratar de unir en lugar de destruir. Lo fácil y cómo siempre en destruir, amenazar y abandonar la tarea dejando el rescoldo de la cobardía y lo esforzado y realmente meritorio es mantener el tipo, sostener la situación serenamente y la paciencia generosa de labrar como un orfebre para obtener una pieza duradera.

Me chirría profundamente cuando alguien se refiere a España con cierta sorna y baja autoestima, pero últimamente escuchamos voces que se refieren a España como un país que nunca reconoce en vida los méritos de ninguno de sus líderes y sin embargo nos volcamos en sus funerales. No consigo separarme de esta reflexión  y creo que sería muchísimo más inteligente reconocer en vida la labor de aquellos grandes de España, pero también es verdad que podemos caer en la manipulación política una vez más y que se convierta en un espectáculo en busca de réditos. Una vez más, el tiempo ennoblece todo y encumbra a quien realmente se lo merece.

El 23 de febrero de 1.981 hubo tiros en el Congreso de los diputados y todo los allí presentes se escondieron tras el asiento, como un acto reflejo, como una reacción química. Hubo dos personas que mantuvieron una actitud serena, noble y valerosa que decidieron hacer frente a la imposición del corto plazo, de la fácil. Y lo hicieron porque lo sentían en verdad, porque precisamente estaban allí para eso, para sostener  situaciones difíciles, para bordar filigranas diplomáticas, para zurcir pequeños acuerdos que permitiera avanzar a los ciudadanos de una gran nación. Cuando alguien permanece valiente y erguido ante los tiros del Congreso, es señal de que conoce cuál es su misión en la vida.

En 1.099, hubo un  líder que protagonizó un hecho de los que pasan a la historia. Fue en Valencia, mientras defendían a la ciudad del Turia del asedio de las tropas árabes conducidas por el caudillo Ben Yusuf. Rodrigo Diaz de Vivar, “El Cid Campeador”, consiguió ganar la última de sus batallas. La noche anterior, mientras divisaba en las murallas el campo de batalla, su pecho fue atravesado por una de las flechas de los exploradores enemigos, pero mientras agonizaba, dio sus últimas órdenes y mandó embalsamar su cadáver y montarle ataviado de su armadura al frente del batallón que doblegaría al enemigo a la mañana siguiente. Los árabes, que contaban ya con la rendición, se vinieron abajo cuando vieron cómo “El Cid” lideraba el batallón que finalmente acabó con el asedio árabe.

En esta reflexión sobre la misión vital, algo en el cosmos ha elegido el momento de la muerte de Adolfo Suarez. No es un momento cualquiera sino que se trata de uno de los momentos más delicados en la historia de España. En un momento calificado por numerosos pensadores como el final de un ciclo político iniciado en el final de la Segunda guerra Mundial, el espíritu de Adolfo Suarez sobrevuela sobre nosotros, haciéndonos reflexionar sobre las posibles alternativas a esta crisis. Todos los grandes de España, Adolfo Suarez lo es, como lo fue Rodrigo Diaz de Vivar, consiguen grandes victorias en su última batalla, tras la muerte y siempre gracias a su ejemplo, al que invoco para que tomen buena nota nuestros gobernantes actuales y sean tan valientes como les está pidiendo la sociedad española, lo que en numerosos casos es el abandono de la vida política.

Gracias por el ejemplo a Adolfo Suarez y a vosotros por estar.

 

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