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Son unos grandes gestores de sus emociones. Desde niños, son adiestrados para dominar las emociones, no para apagarlas o bloquearlas; aprenden a descubrir sus estados de ánimo, a saber que existen diferentes sentimientos y emociones que deben conocer y gestionar para que condicionen el entorno en el que se mueven de manera favorable. Es una faceta de la educación infantil muy interesante, y que, sin duda, evitará que cada persona pueda sufrir situaciones de alta carga de estrés que supongan una carga emocional que derive a su vez en comportamientos anómalos tales como fobias, resentimientos, depresiones, etc. Es un aprendizaje que reportará a los niños una autonomía importantísima en su comportamiento y le ayudará a afrontar situaciones complicadas en su vida personal, sentimental, profesional y empresarial. Esto les permite optimizar su capacidad de reflexión desde un estado de serenidad óptimo que no condicionará sus decisiones. Aprenden que la actitud, puede conseguir una aptitud y que no podemos determinar las acciones de nuestro entorno, pero sí, encajarlas de manera constructiva y positiva. Esta educación, que debiera ser obligatoria, no sólo para los niños sino para los mayores también, proporciona a los niños una gran madurez, independencia y capacidad de afrontar la vida de manera fácil y positiva. Es uno de los grandes secretos del éxito de esta Orden.
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